Adolfo González

EL SEXTANTE
Harían bien los eventuales líderes en recordar la gran lacra, que una y otra vez azota México de forma inmisericorde, y que es lo que permanentemente preocupa a los ciudadanos: la inseguridad y la violencia.


El desencanto se está dando entre los propios seguidores de AMLO, probablemente entre los menos acérrimos, o entre aquellos que empiezan a decirle “me canso, ganso”.


Una vez más se ratifica que respecto a la figura de Andrés Manuel se produce una paradoja casi constante: los ciudadanos no están de acuerdo con sus propuestas y decisiones, pero aún así lo apoyan.


El descenso en la aprobación de AMLO está actuando al modo de la gota china, y lo peor que puede hacer el Presidente es ignorarlo.


Lo que parece es que ha habido una reacción de la 4T para, mediante la compra de voluntades con las "ayudas sociales", hacer control de daños.


El problema de AMLO no son los baches pasajeros que siempre supera. Es la traición, a ojos vista, de sus principios, o la tradicional pasividad electoral de los sectores que ahora lo respaldan.


Si López Obrador fuera verdaderamente diferente, los hechos hablarían por sí mismos, y se haría innecesario justificarlo con excusas no pedidas.


Hay un atisbo de que la aprobación del Presidente vuelva a mejorar, pero parece que el aumento de los programas sociales de las últimas semanas no le ha servido para recuperar sus recientes pérdidas.


Veremos si cuando las dádivas (de AMLO) dejen de entrar por la puerta, el amor (su popularidad) no salta por la ventana.


El más descarrilado, que es Ricardo, y el mejor posicionado, que es Marcelo, se quejen de lo mismo, un presunto favoritismo que viene de dentro, que es igual que decir que procede del gran jefe Andrés Manuel.


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