Adolfo González

EL SEXTANTE
Hubo una nueva inyección de dinero, que es lo mismo que decir una nueva dosis de anestesia a una mayoría empobrecida, que sin embargo es la que al Presidente, según sus propias palabras, le interesa como apuesta segura.
A pesar de los escándalos recientes, la situación económica o la política exterior una mayoría sigue aceptando, pasivamente, el pacto con la 4T a cambio de apoyos sociales.
Muchos esperan el desplome en la popularidad de AMLO, pero ese hundimiento no llega. Pese a que se miente, se roba, se traiciona, y para colmo, sube la corrupción, no hay un líder que señale las promesas fallidas.
El paso del tiempo ha dejado aquel tigre en gato ronroneador, porque cuando comer depende de alzar una pancarta, a quién se le puede reprochar mirar por sus hijos.
El hecho insólito y novedoso, y es sorprendente lo poco que se ha puesto el acento en ello, es que AMLO no salió a la calle, lo han sacado a la calle.
Andrés Manuel confía en su púlpito mañanero y en sus habilidades de conductor de masas, pero me temo que no interioriza que las masas que le siguen son, casi únicamente, las que cobran por ello.
Harían bien los eventuales líderes en recordar la gran lacra, que una y otra vez azota México de forma inmisericorde, y que es lo que permanentemente preocupa a los ciudadanos: la inseguridad y la violencia.
El desencanto se está dando entre los propios seguidores de AMLO, probablemente entre los menos acérrimos, o entre aquellos que empiezan a decirle “me canso, ganso”.
Una vez más se ratifica que respecto a la figura de Andrés Manuel se produce una paradoja casi constante: los ciudadanos no están de acuerdo con sus propuestas y decisiones, pero aún así lo apoyan.
El descenso en la aprobación de AMLO está actuando al modo de la gota china, y lo peor que puede hacer el Presidente es ignorarlo.
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