Adolfo González

EL SEXTANTE
La caída económica es un hecho sin que el Gobierno Federal haya presentado un plan coherente. El crimen organizado campa por sus respetos sin que la estrategia de los abrazos parezca dar fruto alguno.


Los fieles a AMLO necesitan un incentivo, porque parecen estarse instalando, poco a poco en el desengaño, lo cual se está combinando con un aumento de la polarización que el propio Andrés alienta cada día.


El problema, señor Presidente, es que sigue instalado en sus sueños guajiros, pero gobernar no es estar viajando obsesionado por su agenda.


“El simple político piensa en la próxima elección, y el estadista, en la próxima generación”. Juzguen ustedes mismos en qué piensa Andrés Manuel, cuando lo próximo que hará será irse de gira este mismo lunes.


Mientras se acerca la crisis económica, el Presidente se limita a ensayar el guión vacío de lo que el cree será su obra magna.


AMLO está determinado a conducir a México a esa “nueva realidad”, que parece ser la del pensamiento mágico, la de los profesionales innecesarios y la del par de zapatos hasta que se gasten las suelas.


Su trayectoria demuestra que no es invulnerable, y que por lo tanto no es Aquiles, ni es invencible, y la arrogancia con la que se conduce es precisamente la que lo pone en peligro.


Andrés Manuel ha conseguido entre sus seguidores una especie de inmunidad de grupo, por la cual ahora no son vulnerables al efecto de ese virus que en su día tanto lo favoreció.


La ligereza de Andrés Manuel López Obrador al minimizar la crisis sanitaria, con tal de mantener sus niveles de aprobación, ha provocado que muchos ciudadanos la desconozcan.


No hay aprobación, por abrumadora que sea, que justifique decisiones arbitrarias o lesivas para principios básicos como los derechos constitucionales, por muy precarios que les parezcan.


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