Adolfo González

EL SEXTANTE
AMLO está determinado a conducir a México a esa “nueva realidad”, que parece ser la del pensamiento mágico, la de los profesionales innecesarios y la del par de zapatos hasta que se gasten las suelas.


Su trayectoria demuestra que no es invulnerable, y que por lo tanto no es Aquiles, ni es invencible, y la arrogancia con la que se conduce es precisamente la que lo pone en peligro.


Andrés Manuel ha conseguido entre sus seguidores una especie de inmunidad de grupo, por la cual ahora no son vulnerables al efecto de ese virus que en su día tanto lo favoreció.


La ligereza de Andrés Manuel López Obrador al minimizar la crisis sanitaria, con tal de mantener sus niveles de aprobación, ha provocado que muchos ciudadanos la desconozcan.


No hay aprobación, por abrumadora que sea, que justifique decisiones arbitrarias o lesivas para principios básicos como los derechos constitucionales, por muy precarios que les parezcan.


La adulación constante no ayuda en nada a ningún ejercicio de gobierno, porque no es posible que este se desarrolle bajo el acierto permanente.


Qué más da que los contenidos sean caducos, si en esa especie de onanismo colectivo todos están conformes, el guía y su pueblo.


La Suecia de América. Este modo de proceder, imprudente y sin escrúpulos, va dirigido con plena consciencia a los sectores menos instruidos, y por tanto, más crédulos, que son los que están sosteniendo a AMLO.


De lo que dijo el propio Subsecretario se desprende que ya disponían de la información precisa que lo anticipaba, como además dicta la lógica. Ayer no surgió de repente la pandemia.


Si AMLO no contaba con este escenario su incompetencia debe llamar más al pánico que el propio virus. Ante esa inoperancia, es la hora de la responsabilidad de todos.


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