Adolfo González

EL SEXTANTE
Si estuviéramos en manos de gentes con la debida formación para su puesto otro gallo nos cantaría. Mientras estemos en manos de personajes que lo someten todo al cálculo político estaremos perdidos.
Las consecuencias geopolíticas del triunfo de Donald Trump son enormes, aunque tampoco pienso que estemos ante un apocalipsis. Ya gobernó y el mundo siguió andando.
Un 35.1% desea que Sheinbaum consulte todo con López Obrador. Un porcentaje nada despreciable.
La pregunta es si Claudia gozará de la misma cualidad de Andrés Manuel, que se traduce en esa suerte de perdón permanente por muchos que sean los desaciertos o las calamidades.
Lo difícil de entender, fuera del clientelismo, es el escaso número de mexicanos que consideran a AMLO un mal presidente, y el no despreciable porcentaje de los que incluso desearían que continuara.
Claudia no tiene la intención de apartarse de AMLO. La aprobación de la Presidenta es prestada por Andrés Manuel, es como cuando un hijo se quiere independizar de su padre pero no tiene capital.
Tengo la clara impresión de que Claudia Sheinbaum no empieza con buen pie, si ha enfangado su propia toma de protesta, que debiera ser su momento estelar, con un pretendido conflicto con el Rey de España.
Esperar un adiós discreto del caudillo tabasqueño era como aguardar nieve en agosto.
No es deseable una actitud popular indolente hacia la política, pero casi seguro estoy de que la gente común está más en resolver sus propias cuitas que en escuchar la inacabable grilla del poder.
La disyuntiva para Claudia está en si se mantendrá bajo el manto protector del jefe máximo o querrá tomar su propio camino.
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