“Cuando el nacionalismo se lleva al extremo, distorsiona y empobrece la realidadâ€, Julián MarÃas.
Michael Billig, en su magnÃfica obra “Nacionalismo banalâ€, describió ese concepto como un conjunto de prácticas, hábitos o signos que se dan en las naciones seguras de su propia continuidad. Estas se manifiestan de forma cotidiana, por lo que el término “banal†debe entenderse en ese sentido, en lo común, en lo habitual. El cientÃfico social británico se refiere esencialmente a las manifestaciones simbólicas o colectivas, como las banderas, o las catarsis deportivas. Yo creo que la cuestión va más allá, y se extiende a las prácticas e incluso a los estados de opinión, que en numerosas ocasiones tienden a obviar lo evidente en favor de un cierre de filas que pretender defender a su patria al margen del raciocinio. Esto ha dado lugar a tantos absurdos, incluyendo guerras, a lo largo de la historia, que una enumeración exhaustiva creo que está de más.
Para situarnos en los motivos de esta pequeña digresión inicial, vamos a tocar, como cada semana, los términos de seguridad, para lo que seguimos contando con los datos oficiales al respecto que ofrece el gobierno y que monitorea SABA todos los lunes. Hágase la salvedad de que los datos que se manejan son eso, los que nos da la 4T, y es posible que no sean lo rigurosos que serÃa deseable. Pero al ser siempre de la misma procedencia poseen una continuidad que los hace válidos para el análisis. Dicho de otro modo, si fueran mentira, procederÃan siempre del mismo mentiroso, y el cuchareo serÃa siempre similar. Por tanto, la evolución mostrada por SABA en sus gráficas sà es fiable, y esta semana nos dice que, tras el refreno previo de la buena evolución, parece iniciarse una nueva, aunque tÃmida, tendencia a la baja.
Ojalá y esto sea sÃntoma de que la estrategia de seguridad se está reconduciendo, porque los resultados estaban siendo buenos. Pero claro, buenos dentro de la gravedad. Ciertamente los 377 muertos por asesinato significan que hay mejora, y he de insistir en que hay un contraste claro con el pésimo final del sexenio de AMLO. Pero de que estamos mal, estamos mal, y además, bastante lejos aún de estar bien en términos comparativos si tomamos como referencia otros paÃses de condición similar. Es cierto que la labor en seguridad pública que capitanea Harfuch parece, lentamente, estar dando frutos, y la frÃa conclusión es que si algo está funcionando, no se debe cambiar. Pero las niñas muertas por balazos del ejército en Badiraguato y las madres buscadoras se siguen manifestando testimonian que hay un México que se diluye en el olvido y la infamia. Y eso no permite estar de enhorabuena.
Ante este panorama, que el gobierno de Sheinbaum dedique tiempo y esfuerzo en demandar a Google por el cambio de nombre del Golfo de México (que todos seguiremos llamando asÃ) es directamente ridÃculo. De repente, salta la noticia de la denegación de la visa a la gobernadora de Baja California y a su marido, y aunque nada se sabe aún de los motivos concretos, se especula sobre sus vÃnculos con la delincuencia y el narcotráfico. VÃnculos que, por cierto, parecen ser notorios y han sido denunciados reiteradas veces desde hace más de un año. Y es aquà donde cobra sentido la mención inicial al nacionalismo banal de Billig, en este caso mediante actitudes estereotipadas que se potencian, por supuesto, desde el Palacio Nacional, porque exacerbar el nacionalismo siempre es rentable en términos de popularidad. Hablo además de los habituales llamados a la unidad y a cerrar filas contra la “agresión†gringa, anticipando de camino escenarios apocalÃpticos que tal vez requerirÃan el concurso de unos nuevos niños héroes. Todo para hacer frente al malvado Trump, que esta vez no he podido evitar nombrar.
Estos son lugares comunes que se repiten reiteradamente porque asà se lleva manejando en México muchas décadas. Que preocupe más la retirada de una visa que la posible condición delincuencial de una gobernadora, es más, que se cierre los ojos a la posibilidad (o probabilidad) de que las administraciones de todos los niveles de norte a sur del paÃs estén coludidas con el crimen organizado es un problema de primer orden, y no es nuevo. Las costumbres, en este caso malas, se han hecho leyes. La extraña relación de amor-odio entre México y Estados Unidos está más que descrita tanto académica como históricamente, y no es una excepción en Latinoamérica, solo que la cercanÃa lo hace más acusado. El gringo es un malvado, pero queremos ir al gabacho. El gringo es un abusivo, pero seis u ocho veces al año me voy a los malls del otro lado a dejarme la lana. El gringo es un peligro, pero mi dinero lo tengo en dólares. El gringo es imperialista, pero queremos su inversión en cooperación y desarrollo. Y asà todo, cómo no.
Desconocemos aún las razones de fondo de la cancelación de la visa de Marina del Pilar Ãvila y de Carlos Torres, pero creo que, convertirlo en un problema de estado, es una distracción desde el gobierno y un error de bulto desde la ciudadanÃa. Lo que de verdad pone de relieve tal situación es que se tolera lo intolerable y que México, lamentablemente, prefiere echar la culpa al enemigo externo que lavar su propia ropa sucia, que parece ser mucha. El nacionalismo mal entendido, una vez más, se esgrime por encima de la razón. Con la seguridad pública pasa lo mismo. Es de tal hondura y calado el problema, que no sea que terminemos diciendo aquello de que estamos peor pero estamos mejor, porque antes estábamos bien pero era mentira, no como ahora, que estamos mal pero es verdad. O sea, que no terminemos cantinfleando. Pasa con muchas cosas, y termina cansando.