Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
Muchos ciudadanos fueron sacrificados en el altar de las encuestas. Su papel como peones en el tablero de ajedrez quedó más que claro: son piezas sustituibles, sacrificables y sometidas ante el Rey y los alfiles.


Es una gran pérdida para los mexicanos de las nuevas generaciones. La paciencia de escuchar construye democracias. Sentirse escuchado es sentirse aceptado.


En un país sin autoridad ni gobierno, en la tierra de nadie, los señores de la muerte imponen su brutalidad y gobiernan de facto con la violencia desenfrenada de sus sicarios.



Es difícil argumentar –como ejercicio intelectual- que México no es un Estado fallido, pues cumple cabalmente, hasta el momento, todos los rasgos de la lista de Chomsky.


El Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza sentencia al gobierno por la destrucción que ha provocado por la megaobra, pese a su legalidad el presidente lo ignora.



No escuché mencionado el nombre de México o los temas mexicanos entre la infinita cantidad de conversaciones que recogí en Nueva York.


El desdén por la Constitución, las leyes y el principio de legalidad es parte de la personalidad de AMLO y la mentalidad política de sus seguidores. La Oposición debió optar por el mismo camino para evitar rezagarse.


Entre los mexicanos no pegó realmente el discurso “antiyanqui” del presidente López Obrador, ni por supuesto su libro “¡Oye, Trump!”, panfleto publicado en 2017.


La fórmula obradorista de “noventa por ciento de lealtad y diez por ciento de capacidad” trastocó profundamente el delicado equilibrio entre las proporciones de capacidad y lealtad del sistema priista.


La señora Bárcena trabajó en el pasado con figuras como Koffi Annan y Ban Ki-moon, secretarios generales de la ONU. ¿No estará “sobrecalificada” para su patrón? 


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