Rogelio Ríos
En México sigue siendo un tabú hablar de la condición física y mental del presidente de la república. Lejos, muy lejos, de los ejemplos de Carlos III y el presidente Biden.
Quiero creer que la democracia en México resistirá el embate autoritario y destructor del actual gobierno morenista, más allá de si el 2 de junio haya alternancia en la presidencia de la república o repita el partido en el poder.
Amigos electores, en esta época electoral nos van a cortejar. Hay que vender caro nuestro cariño con nuestros votos, no sean chicos y chicas fáciles, ¿les parece bien?
Si alguna duda tenía yo de la megalomanía y del narcisismo que muchos analistas han señalado sobre la personalidad de López Obrador, mi duda se disipó por completo.
México pierde a un académico, analista y servidor público cuya honestidad intelectual, conciencia inquebrantable y ética de servidor público será su huella para este país: un ejemplo del poder de las convicciones ante la brutalidad del poder.
El presidente mexicano ha tomado decisiones irracionales cuyas consecuencias han dañado al tesoro público, a las instituciones de gobierno y han lastimado a la sociedad mexicana.
La propuesta de López Obrador equipara al magistrado de la Corte como un senador o diputado más que, en México, se subordinan abyectamente por lo general a sus partidos o al presidente de la República.
La corrupción parece tan normal en México que su revelación no provoca terremotos. Si fueramos Dinamarca ya hubiera caído el gobierno de López Obrador.
El origen de esa actitud despectiva de AMLO ante los asuntos externos es su incomprensión del mundo externo y, en particular, del mundo político de los Estados Unidos.
Orientar la campaña electoral del Frente Amplio por México hacia un llamado a la rendición de cuentas de AMLO y MORENA es acertado.
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