Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
El carisma populista no salvó a Castillo, no resguardó a Trump de las investigaciones del Congreso y no protegerá a AMLO de su suerte final: olvídense de la corrupción, ineptitud mata carisma.


Con López Obrador nuestro país pierde, paso a paso, el prestigio que alguna vez tuvo la proyección de su política exterior y de la imagen del país en su conjunto.


Una falta absoluta de escrúpulos o referentes éticos guiaron a estos servidores públicos en Argentina y Perú. Ninguna causa social justifica la corrupción rampante.


Como las ferias internacionales del libro de Monterrey o de la CDMX, la de Guadalajara es una oportunidad para convocar y reunir a los libros con sus lectores, a los autores con sus seguidores y a la cultura con la sed de saber.


Es un día de paz y regresos, de nostalgias por los ausentes, de anhelar un mundo mejor. Es un día para perdonar. ¡Cuánto de esos sentimientos nos falta hoy en México!


Andrés Manuel López Obrador, Benjamin Netanyahu y Donald Trump encarnan a los políticos que el poder purifica recibir sobornos, desviar recursos públicos, defraudar a sus propios gobiernos o traicionar la confianza de los ciudadanos.


Al estar en Culiacán, se te olvida la leyenda negra y descubres una ciudad hospitalaria. Te atrapa por la buena.


La reforma electoral de AMLO apunta hacia la degradación de la seguridad y confiabilidad en el manejo de las elecciones y a la depreciación de los documentos de identificación.


El alud de noticias violentas en nuestro país nos remueve solamente por unos minutos, pero de inmediato regresa a un lugar secundario frente a las cosas y prioridades de la existencia de cada uno.


El poder y los privilegios que acompañan a AMLO derribaron "sus ideales" y los fue degradando a una corrupción moral que, en el terreno del servicio público, se proyectó como una corrupción ética del gobierno.


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