Ha sido un largo camino desde que adquirí mi primer carro, un VW Sedán o “Vochito” 1971 de segunda mano, hasta que llegó la camioneta china a casa el año pasado.
Ahí está, diligente y servicial, la Omoda 5 (de la empresa china Chirey, o “Chirrey” como le dicen los regios), llena de chunches electrónicos a los cuales todavía no acabamos de acostumbrarnos.
Menciono la historia de mis posibilidades de tener un automóvil (desde soltero hasta padre de familia) porque es también la historia del abandono del proteccionismo y la apertura de México al comercio internacional, desde el punto de vista del consumidor.
Mi testimonio es el de alguien que nació y creció en un mercado mexicano cerrado protegido por el gobierno, cerrado al exterior y que mantenía cautivo a sus clientes con muy pocas marcas y modelos disponibles.
Algo sé de proteccionismo, tarifas y aranceles porque lo viví como consumidor. El tema mundial del momento no es ajeno a los de mi generación.
Antes de la Omoda, hace 10 años compramos una marca asiática nueva en México: un Sonata de la empresa coreana Hyundai con ciertos temores por la novedad de la marca.
La Kia Motors (empresa hermana de Hyundai) apenas abría su planta armadora en Pesquería, N.L.
¿Por qué comprar un auto coreano en Monterrey?
¿Valía la pena abandonar las marcas tradicionales ya conocidas, por la apuesta a una marca desconocida?
¡Claro que valió la pena! Durante los años que tuvimos el Sonata en casa estuvimos muy contentos con el sedán y su desempeño tanto en la ciudad como en la carretera. Una chulada, le decía mi esposa.
Todavía recuerdo un viaje que hicimos por carretera de Monterrey a Mazatlán allá por 2016, entre otras cosas, para conocer la entonces flamante autopista Durango-Mazatlán y el Puente El Baluarte.
Durante el viaje a Sinaloa, no extrañamos la amplitud de la Ford Windstar que tuvimos cuando las niñas estaban chiquitas ni la posterior Journey Chrysler, pues el carro no le pedía nada a las “Mamamóviles”.
En 2021 se presentó la oportunidad de cambiar la camioneta y, como ya había algunas marcas chinas disponibles en Monterrey, empezamos la peregrinación en las agencias.
En la agencia Peugeot, un vendedor nos dijo que ni pensáramos en comprar una camioneta china (andábamos tras una MG pero no tenían entrega inmediata), que no tenían soporte postventa suficiente, que no estaban hechas para las calles y caminos de acá, etc.
En esa ocasión, la decisión fue la compra de la Peugeot 3008 (la “francesita”, le digo yo), nuestra primera marca europea, que hasta la fecha nos da un servicio estupendo con el toque adicional de su elegancia.
La tentación por las marcas chinas nos perseguía. Llegaron más firmas y modelos, propusieron precios con descuentos, garantías extendidas (un millón de kilómetros en el tren motriz de la Omoda, por ejemplo) y diseños novedosos.
Cuando en casa hubo necesidad de otro vehículo (las hijas crecieron), ya se imaginarán cuál fue nuestra elección: una marca china.
Antes de eso, me dediqué a buscar muchas reseñas sobre la Omoda en particular, la cual, para mi sorpresa, ya se vendía en España y estaba por extenderse al resto de Europa.
Al descubrir que la camioneta contaba con la estricta certificación de seguridad de la Unión Europea, decidimos comprarla.
En cada una de las compras, yo me he detenido a rememorar cómo era antes y cómo es ahora: el consumidor de automóviles dispone ya no de un puñado limitado de firmas y modelos a precios siempre elevados, sino de un amplio y competidísimo mercado de autos mexicano.
Las marcas se esfuerzan por ofrecer las mejores opciones de compra a sus clientes.
El cliente es el rey, no el siervo de antes.
Hay autos para todos los bolsillos, gustos y modalidades: motores de combustión interna, autos híbridos o totalmente eléctricos.
“Take your pick”, como dicen los americanos.
No deseo volver, como consumidor, al mundo de los años 70 en donde predominaba el proteccionismo y el comercio internacional pugnaba por la apertura de los mercados.
No, no y no a la guerra de aranceles, tarifas y barreras no arancelarias que detonó Trump.
Cerrar los mercados es cerrar la mente.
Aquí dejo mi testimonio de consumidor, desde el “Vochito” hasta la Omoda, la camioneta china en casa.
Un largo camino mío y de México.