Rogelio Ríos
No hay, al momento, ninguna señal, palabra o gesto que distinga a Claudia de la postura rígida y agresiva de Andrés Manuel frente a Washington.
AMLO ha desplazado a Claudia Sheinbaum a un segundo plano gris en donde sólo le queda a ella repetir y apoyar cada barbaridad presidencial sobre cualquier tema. Ni una diferencia mínima, ningún criterio propio.
Atacar duro a Trump es un buen principio, pero no basta eso a la demócrata para ganar a los votantes indecisos.
Desde sus años universitarios en sus estudios de Derecho, se forjó en su carácter la voluntad de combatir al crimen, perseguir criminales y castigarlos como una forma de proteger a los más vulnerables de la sociedad.
El principio de “destruir para crear sobre las ruinas” una nueva forma de sociedad y gobierno tiene raíces religiosas y formas de culto similares a las devociones y a la fe. El apoyo a López Obrador es un artículo de fe.
Cuidemos lo que tenemos, empezando por las palabras y los conceptos: las crisis son temporales, la estabilidad (precaria o en plenitud, no importa) es lo permanente.
La hazaña olímpica ya se dio para México: es un milagro ver a los atletas aztecas en París compitiendo por medallas, a pesar del desdén por el deporte del gobierno morenista.
Cuando JD era candidato al Senado por Ohio, grabó en 2022 un anuncio de propaganda que empezaba así: “¿Es usted racista? ¿Odia usted a los mexicanos?”
Si nos quedamos en la superficie, perderemos una gran oportunidad de tomar consciencia de hasta dónde llega la polarización política de personajes populistas como Trump y López Obrador.
La lealtad incondicional al gobierno morenista no lleva a otro lugar que a la pérdida de la honestidad profesional y al engaño personal de justificar los malos actos porque se hicieron por razones “buenas”.
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