Adolfo González

EL SEXTANTE
Lo que está en juego en México es que, ante el evidente continuismo del entramado que hoy posee el poder, este sea utilizado de la mejor forma, o de la menos mala.


Quienes otorgan su respaldo a cambio de apoyos, son volubles, porque acuden al sol que más caliente.


Con bastante cinismo, el presidente López Obrador “recordó” a los aspirantes que no pueden utilizar recursos públicos en sus precampañas.


La concepción política del presidente y su equipo está convirtiendo al legislativo en un mero instrumento de sus deseos, y es justamente eso lo que le ha reconvenido la Suprema Corte a la 4T.


Quienes respaldan a López Obrador también se manifiestan a favor de Claudia, quizá por ello pide que se acelere el proceso, ya que esto no había sucedido y puede cambiar.


Los sectores de menos ingresos son, en conjunto, indiferentes, tanto en la aprobación como en las calificaciones altas de López Obrador, contrario a lo que con frecuencia afirma el presidente. Son los que reciben dinero los que lo apoyan.


El apoyar a López Obrador, para los beneficiarios de los programas sociales, al fin y al cabo en una transacción económica, este amor deja un regusto amargo, tal vez resignado, algo perro. 


Hay una correlación clara entre los avances de AMLO y los apoyos sociales, pues quienes lo perciben son su fortaleza más sólida.


Cierto es que este tipo de manifestaciones “populares” en forma de quema de muñecos no es nada nuevo. Esa fue la tibia condena del feo aquelarre por parte de AMLO.



La conspiración de los pendejos campa a sus anchas porque los polarizados, de forma natural, hacen más ruido que los moderados, encubriendo realidades lacerantes, y es ahí donde López se siente cómodo.



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