“La primera virtud es frenar la lengua, y es casi un dios quien teniendo razón sabe callarse”, Catón el joven.
Son aparentemente pocas las novedades que aparecen en los datos de SABA Consultores correspondientes al pasado lunes. Sin embargo, si sabemos leer entre líneas, hay detalles muy relevantes, y ya saben que ahí, en los detalles, es donde dicen que anda el diablo. No me refiero, aunque sean llamativos, a los avisos favorables que reciben PRI y MC en el rubro partidista. Sucede de vez en cuando sin mayores consecuencias, y ambos permanecen muy lejos de Morena tanto en ese indicador como en intención de voto. Todo sugiere que así seguirán. Entre otras cosas, porque la fragmentación y la ausencia de liderazgo, o incluso la construcción fantasiosa de liderazgos ficticios, siguen caracterizando a lo que se hace llamar oposición. En cambio, Morena continúa siendo bendecida por los buenos datos de AMLO, que permanece estable, salvo en un muy leve aumento de la desaprobación. Son más de un tercio de los ciudadanos los que le aprueban, y la mitad de ellos constituyen su núcleo más fiel de seguidores, como indica el rubro de mejores políticos.
Y sin embargo, Andrés Manuel no puede vivir sin el enfrentamiento permanente con alguien o algo. La actualidad política de los últimos días, que por cierto no preocupa demasiado a los ciudadanos, como señala el “Top of mind”, ha estado marcada por su guerra contra el Poder Judicial. Decía Maquiavelo que es defecto habitual del hombre no prever la tormenta cuando hace buen tiempo. El caso de AMLO va más allá, porque no solo parece no preverla, sino incluso buscarla sin necesidad. Debemos preguntarnos por qué, con ese inmenso respaldo y ese capital político tan abultado, el presidente insiste en las polémicas, en esta ocasión contra la Suprema Corte. Se dice que el líder no arremete, sino que reacciona, pero Andrés Manuel no solo no tiene en cuenta esta máxima, sino que parece no haber aprendido que a causa de tales actitudes ha sufrido derrotas muy notables en su larga trayectoria, en la cual, por la boca, varias veces murió el pez. Por tanto, ¿verdaderamente no es consciente el tabasqueño de que se pone en riesgo innecesariamente, o hay alguna razón de fondo que lo justifique? Yo diría que un poco a medias. Parece claro que se trata de una actitud vital, de la que su personalidad no puede prescindir. Pero ya dije al principio que hay que leer entre líneas, y haciéndolo, nos encontramos con una cuestión de fondo: es, como decía la copla, el maldito parné.
Veamos, sin que el ruido de la batalla nos distraiga. López Obrador ha puesto ahora el punto de mira, como antes en otros fideicomisos, en los del Poder Judicial. Sin embargo, hay algo más prosaico, y es que tras un esfuerzo en el aumento de los apoyos durante varias semanas, es probable que ya esté volviendo a haber problemas de tesorería. Eso explica el descenso de la inversión en ese renglón, y el esfuerzo previo da sentido a que, por ahora, no haya afectado negativamente a los datos de AMLO. Pero hay otro plan que necesita fuertes inyecciones de dinero: la carrera presidencial de la favorita del presidente, que no va tan bien como nos quieren contar. Las derramas a los medios, las encuestas a modo, los esfuerzos propagandísticos, necesitan engrase, y eso significa dinero. Es fácil deducir que si Claudia, con todo el aparato del partido y el beneplácito del gran jefe a su favor, no despega, necesita toda la carne en el asador. Con bastante cinismo, el presidente “recordó” a los aspirantes que no pueden utilizar recursos públicos en sus precampañas. Sin embargo, él no parece tener sonrojo en buscar de dónde, y en utilizar como excusa los “privilegios” y la ayuda a “los más pobres”. Es su forma de hacer las cosas, y ya lo dijo Cervantes: cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces.