“Ruin arquitecto es la soberbia. Los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos”, Francisco de Quevedo.
Todo parece indicar, si revisamos los datos recabados este lunes por SABA Consultores, que AMLO y su partido viven, una vez más, un momento dulce. A lo que hay que añadir que también lo hace Claudia Sheinbaum, con toda probabilidad beneficiada por lo anterior. El presidente registra diversos avisos de carácter favorable, en especial en calificación, pero también completando series por encima de su promedio en aprobación o en el rubro de mejores políticos. Igualmente, Morena muestra avances importantes tanto en identificación como en intención de voto, al abrigo de los progresos de su líder, que como sabemos es referente y guía del núcleo duro de sus seguidores. El denominador común de los hipocentros de estos progresos es la presencia, como siempre, de quienes reciben apoyos sociales; también de un sector de ingresos entre los 2400 y los 5000 pesos, integrado seguramente por muchos de aquellos; finalmente, los de menos estudios y los de más edad. López Obrador ha aumentado su protagonismo en los últimos días, tanto en su ataque al poder judicial, al que ha calificado de delincuencia organizada, como en casos tan negativos como la declaración de su persona como “non grata” en Perú. Incluso en temas aparentemente menores, pero muy paradigmáticos, como el caso de las medallistas mexicanas de natación artística.
Se siente fuerte, y esa seguridad se transmite a su favorita, que, con todo el aparato propagandístico y partidista a su favor, empieza a recoger frutos. El empate técnico entre los dos principales suspirantes continúa, pero el canciller se sabe muy descobijado. Las Cartas de Navegación Política nos muestran que Ebrard avanzó entre los de ingresos medios, pero Claudia presenta una fortaleza sólida que podría ser determinante: quienes aprueban a AMLO. Esto deja en segundo plano el error táctico que supone que el proceso de selección alcance a toda la ciudadanía, puesto que el presidente se maneja en términos que superan los dos tercios de aprobación. Además, en todo caso, ya se introducirían los factores correctores oportunos para dejar a Ebrard sin hueso, porque ni el método, ni los plazos, ni la asepsia están garantizados. Es el dedazo sin dedo, el destape de siempre, con un grosero disfraz. Los mismos perros con distinto collar. Adicionalmente, la presencia de la clase media favoreciendo la vigorosa alerta positiva de Sheinbaum en el “Top of mind”, abre una vía de agua importante para Marcelo entre quienes serían su principal apoyo. Todo se va prefigurando según el plan previsto por la nomenklatura de Morena, al servicio de los deseos de Andrés Manuel.
Sin embargo, hay un problema que la arrogancia no está dejando ver al líder, y es la nueva composición de sus apoyos. Los de menos poder adquisitivo y estudios suelen tener un comportamiento electoral pasivo, y quienes otorgan su respaldo a cambio de apoyos, son volubles, porque acuden al sol que más caliente. La 4T lo ignora, tan borracha de poder como en su día lo estuvo el PRI. El caso de Ana Guevara en la Conade es el de un comportamiento tan atrabiliario y déspota como el de su jefe, y es muy indicativo porque resume el gobierno de AMLO en toda su dimensión. Triangulación de recursos, corrupción, uso de fideicomisos para otros fines, soberbia y un “esto es lo que hay”: todavía nos deben, y si no, ¡que vendan calzones! Por supuesto que ese tipo de problemas ya se daba antes de la llegada de AMLO al poder, lo mismo que en seguridad pública, educación o materia fiscal. Pero la continuación, corregida y aumentada, de esta realidad, resume la 4T, en el mejor de los casos, en un quítate tú para que yo me ponga. Cuando agoten los recursos con que alimentar a la famélica legión de seguidores, estos quizá no acepten de buen grado sugerencias como las de Ana Guevara.
