Por qué nada será lo mismo después del Covid-19

¿Quién puede decir si el negocio “cerrado temporalmente por la pandemia†volverá a abrir un día, o si el amigo o ser querido que se mudó de ciudad “mientras pasa lo peor†se ha ido para siempre?
11/01/2021

Recientemente me he asomado a la pandemia a través de los ojos de personas sencillas, y he quedado más que reflexivo; no es que tuviera la cabeza sumida bajo la tierra, como los avestruces, pero mi fuente principal de información son los reportes, algunas estadísticas y las noticias. Eso funciona a veces como una barrera emocional.

El coronavirus no es solo el número de contagios, el número de muertos o el número de inmunizados. Amores, viajes, ahorros, respeto, diversión, todo lo ha sacudido.

Sepa usted: el Covid-19 desapareció todos los empleos creados en México del 2008 a la fecha (OCDE), sin mencionar, sobre todo, las vidas humanas.

Hay otras pérdidas profundas detrás de la pandemia, y son los sueños; el esfuerzo empeñado en construir una relación, una casa, una empresa, se vino abajo como un castillo de naipes. Una enfermedad tan virulenta trastorna incluso a los sanos.

A Beth Roars, por ejemplo, la pandemia la volvió fácilmente vulnerable. Es una joven escocesa, de poco más de 30, que da lecciones de canto. Hace cuatro años dejó su empleo en un instituto musical y abrió su canal de Youtube. Se mudó a Londres y comenzó a escribir su historia como instructora personal.

La estrella de Beth subió rápidamente. Publicaba comentarios y videos de cantantes famosos como las bandas de rock Led Zepellin, AC/DC o nuestro baladista José José. Youtube le concedió una placa conmemorativa por cien mil suscriptores conseguidos o Premio Plata. En sus clips, ella señalaba las cualidades de los cantantes y los secretos de su técnica; pelirroja, ojos azules como aguamarinas, Beth se comunicaba con sencillez y te hacía sentir que hablaba solo para ti. Así, llegó a más de medio millón de seguidores.

Hace tres meses, la joven anunció que su canal solo publicaría un video de crítica musical por semana; incluso, adelantó que hablaría también de temas ajenos al canto. Al decir esto mostró imágenes de su departamento: la rodeaban cajas de cartón, objetos empacados y cierto desorden. Beth dejaba Londres y regresaba a su pequeño pueblo en Escocia; estaba agotada.

Grabar videos, impartir clases y atender preguntas de sus discípulos ya no resultaba “sustentableâ€. Sin precisar razones, Beth dijo: “Cuando las cosas marchan bien y el cambio se nos impone por la fuerza, es terribleâ€. Aunque ganaba cada vez más clientes, había perdido prioridades por culpa de la pandemia. “Las cosas cambiaron y ahora tengo que dejar mi casa (en Londres) casi sin planeación, incluso tuve que cancelar trabajo para poder empacarâ€.

En los últimos posts, Beth Roars camina por campos y bosques, y se ven casitas rurales entre la fronda. Aún mantiene su sonrisa, pero ahora la atraviesa una sombra de tristeza.

2020 marca una línea entre la era pre y poscovid, porque nuestros paseos, nuestra convivencia y nuestro trabajo ya no son iguales, y jamás volverán a serlo.

A la señora Jaqueline Quiroz, por ejemplo, le mostró los instintos más primitivos y salvajes que duermen aún en el corazón de las personas. Todo empezó cuando su marido, un empleado de salud, se contagió del nuevo síndrome agudo respiratorio. La violencia sufrida la llevó a escribir una carta en la plataforma change.org, de la que copio los siguientes fragmentos:

“Mi marido trabaja en el Hospital de Traumatología y Ortopedia del Seguro Social en Puebla. Lamentablemente, se contagió de Covid debido al contacto con los pacientesâ€.

“Tuvimos que aislarlo para evitar la propagación, y nuestra casera se dio cuenta porque le llevamos tanques de oxígenoâ€.

“(La casera) sonó la alarma vecinal para que entre ella y todos los vecinos sacaran a patadas a mi marido de la casa, excusándose de que él los iba a contagiarâ€.

“Hubo una violación a sus derechos humanos, fue discriminado, violentado y humillado por personas irracionales. Necesitamos que se haga justicia. Por favor, necesito ayuda. Yo soy la voz de mi marido en estos momentosâ€.

La señora Quiroz dirige la carta al Presidente Andrés Manuel López Obrador, a Miguel Barbosa, gobernador de Puebla; a José Félix Cereso, presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla; a Rosario Piedra Ibarra, presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.

Fuera de México la situación no es más alentadora, ni siquiera en la babilónica Nueva York. En el cine, la Gran Manzana resiste el ataque de monstruos como Godzilla y King Kong; en la vida real, parece haberse rendido al coronavirus.

El escritor, financista, millonario y comediante James Altucher acaba de publicar un artículo con esta señal apocalíptica: “La Ciudad de Nueva York ha muerto. Estas son las razonesâ€.

Sin dejar el sentido del humor, Altucher ofrece algunos argumentos preocupantes de su dicho.

“Amaba Nueva York… podía jugar ajedrez todo el día. Podía ir a los clubes de comedia. Podía iniciar cualquier negocio. Podía conocer gente. Tenía familia, amigos, oportunidades. Sin importar lo que me sucediera, era una red con la que contaba para poder recuperarme… Ahora está definitivamente muertaâ€.

“¡Pero Nueva York siempre se rehace! Esta vez, no. ¡Pero es el centro del universo financiero. Las oportunidades florecerán de nuevo! No, esta vezâ€.

“Se formó un grupo de Facebook hace unas semanas para gente que planea mudarse y busca platicar con alguien para pedir consejo. En solo dos o tres días, llegó a 100 000 miembrosâ€.

“El centro de Manhattan, el lugar más emblemático de Nueva York, está vacío. Aun cuando algunas personas pueden volver a trabajar, edificios de oficinas como el Time Life permanecen un 90 por ciento vacíos. Las empresas se han percatado de que ya no necesitan a sus empleados en las oficinasâ€.

“De he hecho, han notado que son más productivos sin nadie a sus espaldas. El edificio Time Life puede albergar a 8000 trabajadores. Ahora han regresado unos 500, si acasoâ€.

El resultado de esta ausencia de almas, según Altucher, es el cierre de restaurantes, de galerías, de teatros, de salones, de museos y de todo lo granado, bello y vibrante de Nueva York, o sea, la ciudad misma.

Los neoyorkinos huyen de su querida tierra porque resulta imposible costear el alquiler de sus departamentos, de sus negocios y de sus oficinas, o porque ya no hay dónde pasar el tiempo. Como se permite trabajar a distancia, se alojan ahora en ciudades del sur, incluso en estados de la frontera con México, a menores costos, y no hacen planes de volver.

Desde que leí estas historias, ya no me sorprende la curva de contagios o de fallecidos, o quizás deba decir que me impresiona menos. En algún momento, gracias a la vacuna que entra al país, se detendrá. Pero, ¿quién puede decir si el negocio “cerrado temporalmente por la pandemia†volverá a abrir un día, o si el amigo o ser querido que se mudó de ciudad “mientras pasa lo peor†se ha ido para siempre?

julian.javier.hernandez@gmail.com



JULIÃN J. HERNÃNDEZ ha sido editor y colaborador en periódicos de Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México. Actualmente es asesor en temas de comunicación y copywriting. https://medium.com/@j.j.hernandez

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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