Pues el presidente López Obrador, el compañero Andrés como dice Noroña, abrió la puerta para que los legisladores le quiten una o varias comas a su iniciativa de reforma del Poder Judicial… siempre y cuando sean las que él diga, porque de que la reforma va, de que se elegirán los jueces, se van a elegir. O al menos hasta ahora esa es la perspectiva ante una aparente mayoría calificada en el Poder Legislativo, principalmente en la nunca tan bien llamada “Cámara Baja” y la posibilidad de componendas en la otra.
Lo único que dijo que le podían modificar es lo referente a la experiencia de los jueces, ya que “se les fue” eso de pedir experiencia cuando todos sabemos que los recién egresados de cualquier carrera son los mejores en cada especialidad, como lo sabía el expresidente Enrique Peña Nieto cuando realizó su neoliberal reforma educativa.
Quizá usted ya no lo recuerde, pero la reforma de Peña Nieto permitía que cualquier egresado, de cualquier carrera, presentara un examen y alcanzara no solo puestos docentes, es decir, plazas de maestro frente a grupo, sino de dirección en caso de que aprobara el examen. A lo cual por cierto los maestros casi no opusieron queja alguna.
No importaba si el recién egresado de alguna carrera contaba con las características, conocimientos o habilidades para liderar un proyecto educativo, para dirigir una escuela o para tener una relación adecuada con los padres de familia y la comunidad, la experiencia es lo de menos y ahí está la Fiscalía de CDMX para probarlo.
Y pues fue el propio López Obrador, en apoyo a las demandas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, CNTE, quien dio la orden para que de esa reforma no quedara ni una coma, como así sucedió aunque hoy muchos maestros piensan, o por lo menos tienen la impresión, de que en realidad viven en el mundo del Gatopardo en el cual todo cambió para seguir igual.
La diferencia entre ambas reformas consiste en un hecho cuantitativo que no cualitativo, la reforma educativa se aplicaría a casi 2 millones de trabajadores de la educación, un universo por lo menos mil veces más grande que el del Poder Judicial.
También un grupo de trabajadores mucho más combativo que el de los jueces y magistrados y con más visibilidad, ya que no podemos esperar que los trabajadores del Poder Judicial salgan a las calles a realizar bloqueos, como los que año con año realiza la CNTE o que detengan el flujo de trenes durante más de un mes sin consecuencia alguna. ¿O sí?
La realidad es que el presidente vive en un mundo volitivo, en donde solo su voluntad cuenta, no en el mundo en que sus contrincantes, adversarios o enemigos, llámeles como usted desee, que intentan vivir en un mundo en el cual el pensamiento racional, tal y como ellos lo definen, es lo que prima.
Precisamente debido a que son dos lógicas diferentes, divergentes, con la diferencia de que AMLO tiene el poder, o puede tenerlo en caso de que el TEPJF no lo impida vía el desconocimiento de la repartición de curules que realizó el INE, lo más seguro es que se imponga su lógica.
Si el TEPJF avala la distribución de curules, más le vale seguir el sabio consejo de Hugo Sánchez, el goleador mexicano: ¡Agua y Ajo!