La semana pasada estuvimos hablando sobre la “fuerza del destino” y de cómo esa energía de la vida nos lleva de la mano en muchos momentos que, cuando los vemos en retrospectiva, pareciera que fue lo mejor que nos podría haber pasado.
Y luego, en otras circunstancias, también pudiera parecernos que vivimos en un infierno y que no hay esperanza ni salida en este camino de abrojos que nos tocó vivir.
En retrospectiva vemos como tomamos decisiones, algunas veces grandes decisiones, que hicieron que la vida se fuera en un sentido o en otro.
La gran mayoría de las veces son como decisiones intrascendentes y por eso nos confundimos. Parece que no pasa nada, parece que nada influye, parece que no hay un verdadero poder en lo que hacemos.
La verdad es que no es posible determinar cuál decisión fue la que cambio la perspectiva de todo. Porque no es la decisión lo que genera el cambio sino la intención que ponemos detrás de las cosas que hacemos.
Porque resulta que en todo momento la vida nos está poniendo, enfrente de nuestro rostro, las oportunidades que podrían cambiar nuestra vida.
Y lo que sucede es que no vemos las oportunidades y seguimos tercos en seguir haciendo lo que siempre hacemos, esperando cada vez un resultado distinto, un resultado que no llega.
Esto tiene que ver con la lógica.
Resulta que existe en nosotros, algo que gobierna gran parte de nuestra vida, el inconsciente, así le llamó Jung, y esta parte no opera bajo las reglas de la lógica.
Entonces nosotros tratamos de dirigir nuestros esfuerzos en la búsqueda de resultados, usando la lógica que aprendimos, o usando la lógica de manera estratégica, para alcanzar aquello por lo que trabajamos.
El inconsciente no entiende la lógica, entiende las emociones. Si tienes miedo el inconsciente frena todo. Si estas contento acelera. Si tienes ira lo toma como una instrucción de destruir. Si tienes tristeza provocas un comportamiento desinteresado.
Entonces existen una mezcla de elementos que otorgan poder a las decisiones que tomamos. La intención es una de ellas, nuestro estado de ánimo, las emociones, es otra.
La atención que ponemos en el estar presente en todo lo que hacemos, también influye. Esto último tiene una mayor importancia porque gracias a la atención podremos distinguir las oportunidades que nos llegan.
A esto Deepak Chopra le llamo sincrodestino.
Para sincronizarnos con la vida tenemos que estar atentos, tener una actitud de apertura y aceptación. Podemos pasarnos muchos días haciendo cosas simples, pero con la atención puesta en aquellos hechos que parecen intrascendentes, pero que influyen en lo que buscamos.
Con el tiempo, cuanta más atención ponemos, logramos empezar a notar ciertas coincidencias entre lo que sucede en mi vida con lo que sucede a mi alrededor.
Nos empezamos a dar cuenta que se presentan, una y otra vez, ciertos hechos que resultan aportar valor y formar oportunidades.
Al principio parecen solo coincidencias aisladas, con el tiempo se integran como en una maraña de hechos que, como un cardumen, se mueven juntas en una dirección o en otra.
Cuando ya tenemos conciencia de estos movimientos de la vida, entonces de manera increíble, las cosas que suceden, suceden cuando tienen que suceder y hasta parece que las estamos esperando.
Así es como navegamos en el rio de la vida, en perfecta sincronicidad con la fuerza del destino.
Hasta la próxima.
