Querido empresario, hay una pregunta que resurge en la quietud de la noche, cuando las luces de la oficina se apagan y solo queda el resplandor de la pantalla: ¿Por qué, a pesar de trabajar sin descanso, la empresa no da ese salto? La respuesta, a menudo, no está en lo que no haces, sino en lo que sí haces… y no deberías.
Imagina que tu empresa es una barra de chocolate finamente elaborada. Mes a mes, sudas, innovas y vendes para fabricarla. Llega el momento de la verdad: la utilidad. Esa barra de chocolate brillante, deliciosa, el fruto de tu esfuerzo. Y entonces, viene la tentación. Te la comes. Toda. No la reinviertes en moldes nuevos, en mejor cacao o en un empaque más llamativo. Simplemente, desaparece. ¿El resultado? El próximo mes empiezas de cero, con el mismo molde, la misma receta y la misma barra. El crecimiento se vuelve un mito, una carrera en una cinta estática donde por más que corras, no avanzas. No puedes comerte la utilidad y esperar crecer. Esa barra debe ser la semilla del próximo cacaotero, no solo un premio inmediato.
Pero la reinversión por sí sola no es suficiente. Debe estar guiada por una estrategia clara, una visión que va más allá del siguiente movimiento. El mundo de los negocios es un tablero de ajedrez, no de damas. Cada jugada cuenta y la victoria no se logra por accidente.
En el ajedrez, para ganar, a veces hay que sacrificar piezas. Esto duele en el negocio. Quizás sea ese colaborador inicial, leal pero que ya no tiene las habilidades para la nueva fase. Tal vez sea ese cliente que da mucho trabajo y paga mal, pero que llena el ego de facturación. O puede ser ese producto que fue tu caballo de batalla pero que el mercado ya dejó atrás. Sacrificarlas duele, porque les tienes cariño, porque son cómodas, porque significan ingresos inmediatos. Pero el gran jugador sabe que ese sacrificio es necesario para despejar el camino y avanzar hacia el jaque mate. Liberas recursos, tiempo y mentalidad para lo que realmente importa: el crecimiento.
Y aquí reside la belleza de la metáfora: el peón que corona. En tu empresa, ese proyecto al que destinas recursos limitados (el peón), esa pequeña línea de negocio, esa inversión en tecnología que no da frutos de la noche a la mañana, parece insignificante en el gran esquema. Avanza lento, pero constante. Si lo proteges, si lo inviertes y no lo sacrificas por una ganancia cortoplacista, llega un momento en que cruza el tablero. Y corona. Se convierte en la nueva reina de tu empresa: tu principal fuente de utilidades, tu producto estrella, tu proceso revolucionario. Ese peón, nutrido con la utilidad que no te comiste y protegido por las piezas que sí sacrificaste, se transforma en la fuerza que impulsa tu empresa a otra liga.
La fórmula, entonces, es una tríada:
1. Invierte la barra de chocolate: No devores la utilidad. Aliméntate de ella reinvirtiendo con inteligencia.
2. Juega al ajedrez, no a las damas: Ten una estrategia a 5, 10 jugadas. Anticípate.
3. Sacrifica piezas para coronar peones: Identifica qué debes soltar hoy para ganar mañana. Y apuesta decididamente por esos peones con potencial.
El crecimiento no es un evento espontáneo. Es la consecuencia lógica de una disciplina férrea, de una visión estratégica y del valor para tomar decisiones que, aunque duelan al principio, te llevarán a coronar en la casilla final.
¡¡¡¡¡A jugar!!!!!