Carlos Peña
El reto no es menor. Cumplir con este decálogo implica invertir en capacitación, tecnología y sistemas, lo que genera costos inmediatos.
El gobierno desincentiva el ahorro formal y empuja a muchos hacia la informalidad o el efectivo, con mayor riesgo y menor productividad.
Para el emprendedor que revisa sus números un domingo por la noche.
Para un hogar en pobreza laboral, el alza de los precios es la diferencia entre tres comidas diarias o dos.
El ecosistema en Nuevo León permite que pymes con capacidad de innovación den el salto a startups escalables y se conviertan en proveedores estratégicos de cadenas de valor que están llegando al norte del país gracias al nearshoring.
Cuando se castiga a quien produce, no se está golpeando a “los ricos”: se está asfixiando la fuente de empleo, innovación y oportunidades.
Las redes sociales han permitido la democratización de la voz, pero también han facilitado el envenenamiento del debate público.
Los empresarios deben exigir reglas fiscales claras y sostenibles. Si el gasto desborda la capacidad de pago futuro, los impactos llegarán vía impuestos, recortes o pérdida de competitividad.
Pocas veces se reconoce que es el sector privado quien arriesga capital, talento y futuro. Sin empresarios no hay nóminas, no hay impuestos y no hay innovación.
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