La mayor parte de los mexicanos se muestra optimista ante el nuevo año que comienza, según indica la encuesta que publicó ayer El Financiero. Pero la actitud optimista refleja no solamente diferencias políticas esperables, sino también diferencias sociales muy marcadas. Es un optimismo desigual.
Según el estudio, el 50 por ciento de los consultados dijo tener la esperanza de que haya mejoras en la seguridad pública este año, y el 54 por ciento cree que habrá mejoras en la economía, los dos temas que más preocupan a los mexicanos. El optimismo ante ambas problemáticas, o retos, es altamente coincidente: el 85 por ciento de quienes se muestran optimistas en materia de seguridad también se muestran optimistas en materia económica. Sumándolos, los optimistas en ambos rubros representan el 42 por ciento de la población, mientras que los pesimistas suman el 20 por ciento. Por cada pesimista hay dos optimistas en ambos rubros.
Como sucede con varias de las opiniones y puntos de vista ciudadanos que hemos discutido en este espacio, las expectativas ante el año 2020 reflejan el peso de las orientaciones partidarias: los morenistas y los entrevistados ideológicamente de izquierda expresan un optimismo sustancialmente mayor que los seguidores de las oposiciones y de los que se identifican con la derecha. Pero el optimismo va más allá de lo político y en este caso se refleja una profunda división social.
Las respuestas optimistas, según el nivel de ingreso, son notablemente distintas: entre quienes dicen que su ingreso familiar les alcanza bien, el optimismo representa el 65 por ciento en el tema de seguridad y 62 por ciento en el tema de la economía. En contraste, entre los entrevistados que manifiestan que el ingreso familiar no alcanza y por ello enfrentan grandes dificultades, el optimismo representa un 19 por ciento en seguridad y 16 por ciento en economía. La brecha entre el primer grupo, el de mayor confort económico, y el último, el de mayor presión económica, es de 46 puntos en optimismo.
Como comparación, las diferencias partidarias arrojan una brecha de optimismo de 48 puntos en ambos temas y las diferencias ideológicas arrojan una brecha de optimismo de 28 y 35 puntos en seguridad y economía, respectivamente. Las diferencias en el optimismo que están ancladas en el nivel de ingreso son tan fuertes como las partidistas y mucho más fuertes que las ideológicas. El optimismo (o pesimismo) de los mexicanos ante el año que comienza es, hasta cierto punto, un reflejo de las orientaciones partidarias, pero también es un fuerte reflejo de las desigualdades sociales y económicas que prevalecen en el país.
Según la encuesta, las diferencias de ingreso arrojan diferencias en las expectativas futuras mucho más marcadas que la edad, la escolaridad o incluso la religión y la religiosidad. Quienes más asisten a servicios religiosos se muestran más optimistas, y el optimismo baja conforme baja la frecuencia de asistencia a servicios religiosos, tan sólo para aumentar nuevamente entre quienes no van nunca a la iglesia o templos. Esta forma de U sugiere que el optimismo actual no es un asunto de fe, es mucho más un asunto de identidad política y de recursos económicos. La brecha entre optimistas y pesimistas tiene un arraigo tan social como político.
La seguridad y la economía son los grandes problemas que aquejan a los mexicanos, pero el tema de la desigualdad no deja de alzar la mano en esta nueva década, no como un problema aparte, sino como un componente fundamental de los otros. Habrá que seguirle la pista. Por lo pronto, la actitud con la que los mexicanos entran al 2020 nos revela una faceta social más en el país: el optimismo es desigual y es más un asunto de recursos que de fe.