Eduardo del Río

DESDE LA BARRERA
Podría afirmarse que el hoy aspirante a dirigir Morena fue el promotor de las primeras concertacesiones en los momentos más rígidos del sistema político mexicano


Al hoy aspirante a dirigente nacional de Morena no dejará de acompañarlo aquel discurso adulatorio a Gustavo Díaz Ordaz, personaje que la historia ha colocado en una de los peores rincones del recuerdo.


La inexistencia de un partido opositor o de un movimiento popular permite al partido del presidente no verse desgastado hacia la elección del 2021, pese a su interminable confrontación interna.


El coronavirus ha regresado la confianza, pero no los ingresos. El panorama para los medios de comunicación se avizora complejo.


Reiniciar los trabajos en la termoelectrica en Huexca posiblemente detonará el rechazo de grupos sociales que pondrán a prueba el gobierno federal.


México vive una inédita crisis en al menos tres dimensiones: sanitaria, económica y de gobernabilidad, una situación equiparable a la de un estado de guerra.


En nada abonará a encontrar la clamada paz a la que todos aspiramos el que el presidente aseguré en sus discursos que estos hechos ya no existen en México.


Los tres principales pilares que sostienen la imagen de López Obrador son la apatía política de la mayoría de la población, el alcance de sus programas sociales y las mañaneras que marcan la agenda pública.


Las divisiones que a diario Trump pregona en sus redes sociales, discursos y conferencias de prensa se han convertido en un combustible que ha encendido a la comunidad afroamericana.


Lejos de legitimar este tipo de hechos, como ocurre en muchos casos, éstos deberían ser debidamente documentados y sancionados, algo que se antoja complicado.


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