Volodimir Zelensky, presidente de Ucrania, es un personaje fascinante. Abogado de profesión, sus dotes histriónicas y talentos musicales lo apartaron de su especialidad, para incursionar exitosamente en el más glamoroso ámbito del espectáculo.
Personificó a un presidente de Ucrania en una serie televisiva, y los públicos lo ubicaron como una sorpresiva opción presidencial, para materializarse en un triunfo más, en nuestras jodidas democracias, donde popularidad mata oficio polÃtico.
Hoy Zelensky es un héroe aclamado en todo el mundo occidental, que nos invita a unirnos a su causa, que pretende universalizar, para ofrecernos una gloriosa Tercera Guerra Mundial, que nos mandarÃa a todos a chingar a nuestras madres, como ya se ha mandado a más de tres millones de ucranianos que, en su desplazamiento, han perdido lo que apenas hace un mes eran sus vidas, sus patrimonios, sus amores. Sin contar a los que han perdido sus vidas o su integridad fÃsica y emocional.
Zelensky es un héroe, porque ha actuado siguiendo puntualmente sus convicciones patrióticas, por eso los parlamentarios gringos lo ovacionan de pie, y junto a ellos, delirantes, los fabricantes de armas, beneficiados directos de la "ayuda" (asà se decÃa en mi pueblo cuando a alguien le metÃan un bitoque por el asterisco) que de inmediato concedió Biden.
Muchas de las desgracias del mundo han sido provocadas por polÃticos que siguen la ética de la convicción (Max Weber) porque los hace más que valientes temerarios, por no decir que pendejos.
Siguiendo la clasificación de Weber, la otra ética del poder es la de la responsabilidad; esto es, la de tomar en cuenta las consecuencias como criterio fundamental para la toma de decisiones.
Por sólo ejemplificar, supongamos que AMLO, atendiendo a los puñales radicales que lo asesoran, se echara en brazos de los chinos y los rusos, favoreciendo la instalación de bases militares de aquellos paÃses en México, alegando que somos un paÃs libre y soberano, y que su popularidad de 66% (según él) lo autoriza a tomar acciones heroicas. ¡Por supuesto que los gringos nos partirÃan la madre!
Pues ahora el pendejo de Zelensky ya entendió que no puede ser parte de la OTAN, cuando fue una advertencia clara, aunque implÃcita, de Henry Kissinger en el Washington Post desde el 2014:
"Occidente debe entender que, para Rusia, Ucrania nunca puede ser solo un paÃs extranjero. La historia rusa comenzó en lo que se llamó la Rus de Kiev. La religión rusa se extendió desde allÃ. Ucrania ha sido parte de Rusia durante siglos, y sus historias estaban entrelazadas antes de entonces".
Sin justificar a Putin, ni en su agresión a Ucrania, ni en su represión interna a su disidencia, es claro que la tragedia que ahora viven los ucranianos era evitable, si Zelensky y sus pinches locos, algunos pro nazis, se hubieran atenido más a las consecuencias, que a sus apetitos ideológicos o fantasÃas de heroicidad.
Los polÃticos que guÃan a sus pueblos ajustándose a una ética de la responsabilidad son menos vistosos, menos populares; pero no generan tantas desgracias como los pendejos que pretenden ser héroes.
Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad (responsabilidad).