Todavía quedan vestigios, en los pequeños pueblos del noreste mexicano, de un pasatiempo muy popular de cantina: contar mentiras.
Había en aquellos pueblos, de aquellos tiempos, personajes muy ingeniosos que entretenían a sus compañeros de copas contando mentiras, e incluso se hacían competencias entre mentirosos, en las cuales salía victorioso quien contaba las mejores, las más divertidas mentiras.
Mi abuelo materno, Don Epifanio Alvarado, un hombre noble y generoso, en lugar de decir vamos a platicar, decía: vamos a contar mentiras.
Pues bien, el pasado 8 de julio se dieron cita en la Casa Blanca de Washington, dos grandes mentirosos, reconocidos así por amplios sectores sociales, y acreditados como tales por investigadores tanto de México (Dr. Luis Estrada) como de Estados Unidos (CNN).
Pues bien, el resultado del encuentro fue por demás lógico: ¡se contaron mentiras!