Le tocó vivir en un México donde la decencia se confunde con la temeridad. La temeridad es un acto irresponsable, mientras que la decencia es un imperativo ético.
Carlos fue decente además de valiente, y pagó con su vida por estos rasgos suyos de personalidad.
Lo que no logró con su vida habrá de conseguir con su muerte, porque la indignación generada por su asesinato es tan grande, que deberán darse pasos en firme por abandonar formalmente la idiotez del “abrazos no balazos”, o será el inicio de la debacle de este régimen absurdo y criminal.
¡Gracias por tu vida Carlos! ¡Gracias por tu heroísmo!