Al conocer el resultado de la votación el 13 de enero en el Congreso de Estados Unidos para la aprobación del segundo “impeachment” o juicio político al Presidente Donald Trump, supe que será él quien inaugure una nueva categoría política: la de coleccionista de juicios políticos.
Para un tipo ultra competitivo como Trump, esa colección es como un timbre de orgullo y un paliativo a su ego lastimado profundamente por su derrota electoral el 3 de noviembre.
A diferencia del triunfalismo posterior a la exoneración de su primer juicio político por el Senado, hoy Trump empieza a ser un solitario de la política, un apestado a quien cada vez menos gente le regresa el saludo en público.
Las horas que se viven en la Casa Blanca son similares a las últimas de Richard Nixon durante su Presidencia: terminó abandonado por sus antiguos aliados políticos, sin recursos ni poder político y en manos de un inminente juicio político que lo destrozaría en el Congreso.
Al final, Nixon renunció al cargo en agosto de 1974; ahí está marcado el camino que le queda a Trump para salvar siquiera una pizca de dignidad en su situación actual.
El cargo de “incitación a la insurrección” es muy grave, la evidencia apabullante e incluso 10 congresistas republicanos votaron a favor del “impeachment”. Ex secretarios de defensa, generales y jefes de estado mayor han advertido a las fuerzas armadas que defenderán a la Constitución, no a Trump, y procurarán que la transición de poder al Presidente Biden se lleve a cabo de manera regular.
Ya no le queda nada a Trump. Incluso si en el Senado no se logra la mayoría calificada de dos tercios de los votos para condenarlo, su futuro político quedará cancelado y no volverá a aspirar a un cargo público.
La republicana Liz Cheney lo dijo claramente: Trump traicionó a su país y a su pueblo al incitar el ataque al Capitolio por una multitud de simpatizantes, y debe rendir cuentas por ello.
¿Qué caso tiene intentar un juicio político a escasos días de que Trump deje el cargo? ¿No será solamente una pérdida de tiempo y un obstáculo al arranque de la Administración Biden?
El Senador Bernie Sanders ha contestado esto de una manera brillante:
“La respuesta es: Precedente. Debe quedar claro que ningún Presidente, ahora o en el futuro, puede encabezar una insurrección en contra del Gobierno de Estados Unidos”.
Anunció ya Trump que no asistiría al día de la inauguración, pero nadie lo va a extrañar. Debe renunciar ahora: la nación está en peligro por su culpa.