Recientemente Irving Gatell en su cuenta de Twitter nos contó la historia de un empresario nuevoleonés que ha sido atropellado por el alcalde de San Pedro, Miguel Treviño, quien mandó tumbar el portón de su casa mientras el empresario, Gustavo de la Garza, se encontraba internado en un hospital de la localidad.
El pretexto para el atropello fue que este empresario de las comunicaciones construyó en el patio de su residencia un salón en el cual realizaba reuniones y conferencias a las cuales invitaba a personas interesadas en los temas que ahí se trataban.
No es un salón de fiestas, no se renta, no se cobra por las entradas. Se trata de un intento de Gustavo de la Garza por colaborar con la comunidad, como lo ha hecho desde hace años en el ámbito social, cultural y educativo.
De hecho, de la Garza ha impulsado desde hace años a jóvenes talentosos que no cuentan con los recursos necesarios para cursar sus estudios, ofreciendo becas a quienes demuestran que tienen el talento y el deseo de avanzar en sus vidas.
Luego de que fue notificado de los hechos, abandonó su cuarto de hospital para ver lo que sucedía, sus abogados impidieron que llegara a su casa y, por desgracia, hoy se encuentra convaleciendo en un nosocomio texano.
Desconocemos el por qué Miguel Treviño ha tomado estas acciones tan desproporcionadas en un caso que debería seguir los causes legales normales. Treviño tomó decisiones administrativas para evitar ceñirse a lo que pudieran dictar tribunales de carácter administrativo, civil o penal.
Actúa el alcalde como lo que es, un político recién llegado al mundo de la política, de esos que creen que por ser autoridad en un determinado ámbito las leyes no se aplican a sus personas, sin comprender que, por el contrario, como funcionarios solo pueden hacer aquello que las leyes les permiten.
Eso pasa cuando personas improvisadas llegan a puestos de responsabilidad. No queremos pensar que haya otros motivos, otros intereses.
Miguel Treviño se comporta como los antiguos patrones que si se equivocaban volvían a mandar, como políticos de poca monta que consideran que su palabra es ley, que creen que para subir deben pisar a otros.
Si siendo alcalde de un municipio pequeño en población, aunque importante desde el punto de vista social y económico, se comporta de esta forma, no es difícil imaginar lo que pasaría en caso de que se cumplieran sus sueños de ser gobernador.
Por el bien de todos, esperemos o que Miguel aprenda a ser político de verdad o que haya llegado a su nivel de incompetencia y deje de hacer daño a la comunidad.
Por lo que respecta al empresario Gustavo de la Garza deseamos que supere sus problemas de salud y vuelva a sus actividades en pro de la educación y la cultura.