De un tiempo a la fecha se ha impuesto la idea de que la “narrativa” de tal o cual partido político o actor político es o puede ser tan potente como para cambiar la realidad, por ejemplo, en el caso que más se menciona en México es el hecho de que en las encuestan se reprueba al gobierno de López Obrador sin embargo lo aprueban a él, quien ha mantenido un alto nivel de aprobación personal.
Tal aprobación, aseguran muchos, es resultado de una potente “narrativa” que tiene todos los elementos para considerarse una épica, tan buena como la descrita por Joseph Campbell, hagan de cuenta el éxito editorial de Harry Potter, historia que cumple casi a pie juntillas con lo descrito por Campbell.
Algunos hasta sustentan sus dichos en los textos de Yuval Noah Harari, principalmente en su éxito de ventas “Sapiens: De animales a Dioses”, en donde el autor destaca la habilidad de contar historias de los sapiens para explicar el por qué de su éxito y de su capacidad para trabajar en conjunto.
Lo que al parecer no se alcanza a vislumbrar es que, además de la capacidad de contar historias, se debe contar con otras condiciones, por ejemplo, satisfacciones que van más allá de las intelectuales, en el caso de los sapiens quizá una caza abundante que justifique las historias en común o, en el caso de México, unos programas sociales que ofrecen satisfacciones de corto plazo pero necesarias y el control de las fuerzas del orden público.
Lo de contar una historia no resulta suficiente para explicar el éxito que ha tenido AMLO en la política mexicana, dentro de su narrativa encajaba mejor la historia de Xóchitl Gálvez que la de Claudia Sheinbaum, si había alguien surgido del pueblo bueno era la candidata de la coalición “Fuerza y Corazón por México”, Sheinbaum viene de las maltratadas y repudiadas clases medias en el relato obradorista. Son no solo fifís, sino aspiracionistas y poco solidarias con el pueblo, y sin embargo Claudia triunfó y Xóchitl no. El propio Andrés, quien repudia el legado español viene de familias españolas, no indígenas. No seguramente debe haber algo más que la narrativa, pero es más cómodo quedarse en ella.
Con esto de las narrativas poderosas sucede un tanto como con las redes sociales, recordemos que después de la llamada “Primavera árabe” o del “Occupy Wall Street” se dijo que gracias a las redes sociales las tiranías dejarían de serlo precisamente porque las redes sociales permitirían difundir la información que las haría caer de forma casi instantánea y universal. La verdad fue muy diferente, sin la participación de los ejércitos en el caso de los países árabes no se habrían podido llevar a cabo los movimientos que llevaron a derrocar algunos gobiernos, así como no se llegó a nada en el caso de las protestas contra Wall Street.
Creo que deberíamos de repensar este tipo de cuentos, no porque sean totalmente inválidos, sino porque simple y sencillamente no existe fenómeno social alguno que tenga explicaciones unidimensionales.
Por ejemplo, después de que la imagen de AMLO venía a la baja desde 2012, llegó a la victoria en 2018 porque recibió apoyos que van más allá su narrativa que, por otra parte, era adecuada para el momento.
Quizá, como lo ha deslizado Macario Schettino en varias ocasiones, quienes se veían perjudicados por las reformas de Peña Nieto, la mafia del poder o los capitalistas compadres, fueron quienes realmente hicieron posible el triunfo de AMLO hace seis años.
La forma en que se publicitaron los escándalos de la casa blanca y Ayotzinapa, un asunto originalmente local, debería decirnos algo acerca de este tipo de apoyo, recordemos cómo fue el lanzamiento del primero de estos asuntos.
Quizá sea momento de dejar la pereza de tratar de asumir que todo el éxito de Morena y AMLO se explica gracias a una “poderosa narrativa” y ponernos a ver aquello que realmente lo sustenta. No vaya a ser que cientos de miles de millones de pesos y las fuerzas de los poderes fácticos sean una mejor explicación.