Deberíamos preguntarnos si realmente Andrés Manuel López Obrador es sincero cuando dice que ha generado un cambio que lleva a que la gente a viva mejor, tenga mejores servicios básicos, de salud, de educación y sean más felices.
Si realmente piensa que todos quienes criticamos y nos oponemos a sus contrarreformas somos conservadores alineados por un sólo grupo que incluso paga por coincidir, o es mentiroso patológico, tonto de remate, o enfermo mental. No hay más.
Y cualquiera que caiga en alguna de las tres condiciones mencionadas, pues no está capacitado para conducir la nación décimo quinta economía del mundo, poblada por ya casi 130 millones de habitantes, con al menos cinco regiones socioeconómicas.
Y si realmente López cree que hace un buen gobierno, pues entonces Porfirio Muñoz Ledo tiene razón cuando dice que el Presidente debe renunciar o ser defenestrado por incapacidad permanente derivada de una condición mental que le impide gobernar.
Y ya que la Cuatrote gobierna con refranes y citas bíblicas, va el refrán: “obras son amores no buenas razones” y, a Mateo 7:16: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?”
Cuando alguien define una manifestación multitudinaria ciudadana en la que participó gente de casi todos los niveles socioeconómicos, en docenas de ciudades del País, como el “striptease del conservadurismo”, esta demente o ya no sabe qué decir,
Peor si entre esa gente hay rancios militantes de la izquierda real de México, gente quien nunca ha coqueteado ni con el centro ni con la derecha, como Roger Bartra, un intelectual con una obra socialista muy sólida.
Andrés Manuel López Obrador no es ni ha sido nunca militante de la izquierda real de México, carece de una formación ideológica socialista y como presidente ha evadido las reivindicaciones históricas de la izquierda mexicana.
Anular programas sociales para cambiarlos por prácticas clientelares como repartir dinero en efectivo, mientras se asfixia presupuestalmente a la educación, a la salud, al fomento social, a las reivindicaciones feministas, pues es un populista de derecha.
Y tan malo como que su reino al parecer ya no es de este mundo, y que hoy se sabe que trabaja unas horas por día, que lega las decisiones de gobierno al Secretario de la Defensa, y que además, porfía en sus errores, pues más que terco resulta ser un necio."Y los necios y de flaco entendimiento, aun de los amigos no saben sacar utilidad." Coloquios de Palatino y Pinciano. Madrid: Turner, t. II, p. 1172; De Arce de Otárola, Juan.
Se sabe que cuando envía una propuesta al Congreso, esté bien o mal, López Obrador las considera perfectas y ordena a su tribu legislativa no cambiarle “ni una coma”, y obvio, quienes lo critican o disienten, pues lejos de escuchar, los insulta.
El análisis transaccional, hoy un tanto cuestionado, califica como una posición “paranoide”, el pensar que: “Yo estoy bien-Tú estás mal” ... “Se sienten más, ven a los demás como incapaces, ignorantes e inferiores, aunque no sea cierto”, definen.
Y la necedad también lleva a porfiar en el error, mala receta para un Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, quien además usurpó ya el mando de presidente del legislativo, de 20 gobiernos estatales y trata de hacer lo mismo con el Poder Judicial.
Y tantas tonteras me hacen recordar aquel cuento adjudicado a un baturro (De quienes malamente se dice son tremendamente necios) y quien que iba en una carreta tirada por bueyes por una rúa camino a Zaragoza... Y ahora cambiaremos el destino por el rancho La Chingada.
—¿A dónde vas, buen hombre?. —Pregunta un viejo a la vera del camino a aquel que conducía a los bueyes.
—A La Chingada, mi rancho.
—Si Dios, quiere. —Agrega el viejecillo.
—Aunque Dios no quiera yo voy a La Chingada. —Para la mala suerte del carretero el viejecillo era Dios y en castigo lo convierte en rana y lo manda por 10 años a croar a un charco.
Pero pasado ese tiempo decide darle una oportunidad, lo regresa al camino y a su carreta.
—¿A dónde vas, buen hombre?. —Vuelve a preguntar el viejo.
—A la Chingada. —Responde
—Si Dios, quiere. —Agrega el viejecillo.
—Aunque Dios no quiera yo voy a La Chingada. —— Y nuevamente lo mandan a croar a un charco, pero pasados otros 10 años Dios decide darle una última oportunidad-
—¿A dónde vas, buen hombre?. —Vuelve a preguntar el viejo, parado a la vera del camino.
¡A La Chingada o al charco! —Dice en necio a voz en cuello.
Y pues sí, todo indica que México va rumbo a la chingada o al charco