En repetidas ocasiones, el presidente López Obrador ha señalado que enfermedades crónicas como la obesidad y los padecimientos que de ella derivan han provocado un mayor número de muertes en el marco de la pandemia de Covid-19. Una afirmación que ha generado polémica al ser percibida como un intento por justificar el incremento de decesos registrados en el país.
Más allá de la exactitud o no de este dicho, lo cierto es que México sufre de otra pandemia, en este caso no infecciosa, que es la obesidad, origen de una larga lista de males para la gente y serias afectaciones económicas para el país.
México ocupa el vergonzoso primer lugar a nivel mundial en sobrepeso infantil y el segundo dentro de la población adulta, de acuerdo con mediciones de la Organización Mundial de la Salud.
De todos es sabido que este fenómeno se traduce en una serie de padecimientos que, en un alto número de casos, derivan en la muerte. En la actualidad, 6.4 millones de mexicanos sufren de diabetes mellitus II, una de las más agresivas y cuyo origen en un 90 por ciento se debe a la obesidad.
Esta enfermedad, la de la diabetes, es una de las muchas expresiones de la otra pandemia que nos azota como sociedad desde hace más de dos décadas. De continuar la tendencia, en 2025 más de 11 millones de mexicanos serán diagnosticados con esta afección que es la principal causa de males renales, amputaciones y ceguera.
En enero pasado, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) sostuvo que el sobrepeso tiene un impacto directo en el desempeño productivo de México. En el estudio intitulado La pesada carga de la obesidad: la economía de la prevención, el organismo encabezado por José Ángel Gurría sostuvo que este padecimiento reduce anualmente la fuerza laboral a 2.4 millones de trabajadores, comprometerá 9% del gasto de salud entre 2020 y 2050 y le restará 5.3% al Producto Interno Bruto.
Esta amarga realidad no puede desvincularse del nexo que existe entre obesidad y pobreza. Al incrementarse ésta en las últimas décadas, los malos hábitos alimenticios de una importante tasa de la población se multiplicaron. Además del sedentarismo, el consumo de productos altamente energéticos y de bebidas azucaradas han llevado a México a ocupar los primeros lugares en materia de obesidad.
Más allá del Covid, enfermedad que tarde o temprano encontrará una cura, nuestro país está siendo azotado por una pandemia que exige del Estado mexicano una pronta respuesta.
La solución al problema debe ser producto de un profundo cambio en los hábitos alimenticios de una sociedad acostumbrada al consumo de productos chatarra. Sólo una política pública bien estructurada y alejada de dogmas que se expresan en la repartición de culpas viendo al pasado, podrá sentar las bases de la verdadera transformación que requiere el país. Lo demás será retórica.
SEGUNDO TERCIO. El primer ministro británico, Boris Johnson, después de haber sido infectado por SARS-CoV-2, tomó la decisión de abrir un frente en contra de la obesidad, otro mal que él mismo padece.
TERCER TERCIO. Nuestro Presidente tiene la responsabilidad de predicar con el ejemplo, cosa que en muy pocas ocasiones ocurre. En nada abonan las imágenes que él mismo difunde comiendo platillos populares muy poco saludables. Ricos, sin duda, pero nada recomendables.