A propósito del carisma

Adolfo González

EL SEXTANTE
La pregunta es si Claudia gozará de la misma cualidad de Andrés Manuel, que se traduce en esa suerte de perdón permanente por muchos que sean los desaciertos o las calamidades.
21/10/2024

“Vuelve dramáticos tus actos de caridad, da a tus palabras afectuosas una trascendencia religiosa, sumerge todo en rituales y mitos emotivos y remotos. Atrapada en las emociones que provocas, la gente verá sobre tu cabeza el halo del carisma”, Robert Greene (El arte de la seducción).
 
Vivimos momentos de expectativas. Cada inicio de sexenio en el sillón presidencial es un evento cíclico que abre el debate de las esperanzas, y también de las frustraciones acerca del anterior. Sobre la salida de AMLO, SABA Consultores nos ha ofrecido datos las pasadas semanas que confirman una aceptación generalizada, que casi supone el momento cumbre de su popularidad. Mucho se le ha invertido a eso, ya lo sabemos. Además, podría pensarse que a Claudia Sheinbaum le han dejado el listón muy alto en cuanto a perspectivas de éxito. Sin embargo, hay que considerar la paradoja que también nos han mostrado los datos de SABA: esto es, que a pesar de los graves problemas que aquejan al país, muy especialmente la inseguridad, que además es la preocupación ciudadana de mayor magnitud, el máximo responsable de la pésima gestión en seguridad pública ha salido a hombros y por la puerta grande. De modo que el pueblo mexicano, con Andrés Manuel, ha sido bastante barco.
 
Hoy corresponde repasar datos precisamente sobre expectativas. Recordemos que tres cuartas partes de los ciudadanos esperan del sexenio que se inicia más seguridad pública, cosa normal sabiendo que la delincuencia, organizada o no, es considerada la lacra número uno que aqueja a la Nación. Partiendo de esas bases, también es muy normal que de Claudia se espere que no haya más tragedias (así opina un 70,7 %), ni más extorsiones (un porcentaje idéntico). En cuanto al nepotismo y la corrupción, sucede algo parecido: un 67 % espera que haya menos de lo primero y un 69,5 que se reduzca lo segundo.
 
Lo cierto es que el mandato, por supuesto aún bajo el “periodo de prueba” de los famosos cien primeros días, no ha empezado, en cuanto a la inseguridad, con buen pie, y baste para ello nombrar Culiacán y Chilpancingo, que son casos singulares pero no significan excepción. Cierto es también, en aras de esos primeros cien días de disculpa, que la galopante violencia es claramente heredada del sexenio anterior. Pero, como hemos visto durante seis años, AMLO ha gozado de bula para hacer y deshacer sin que se haya resentido su popularidad. Se habla mucho del carisma de Andrés Manuel. Un término, el de carisma, que tiene incluso una acepción religiosa, según la cual se trata de un don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad. La otra acepción, más común, es la capacidad de alguien para atraer o fascinar. Creo que en el expresidente se ha dado una extraña mezcla de las dos cosas, y por eso estamos como estamos.
 
La pregunta de los 64 mil dólares es si Claudia gozará de esa misma cualidad, que se traduce en esa suerte de perdón permanente por muchos que sean los desaciertos o las calamidades. No quiero decir que AMLO no haya acertado en nada. Situémonos tan sólo en este difícil silogismo: bajo su gobierno lo que más preocupa a los mexicanos ha empeorado con claridad, y la consecuencia ha sido una aprobación de más del 70 %. Como corolario, cabe añadir sus seguidores no han estado de acuerdo con muchas de sus políticas y sin embargo lo han seguido apoyando. La difícil situación de Claudia consiste, primero, en que se sabe en parte presa de la popularidad de su predecesor, por lo que el camino fácil sería dar continuidad a sus políticas. Pero, segundo, su personalidad no es la de López Obrador, y podría pasar que a ella no le rían las gracias con el mismo desahogo. El famoso carisma.

Ojo: Claudia es la primera candidata presentada por la llamada izquierda que antes no ha pertenecido al PRI. Eso, teóricamente, debería abrir muchas posibilidades, no estoy seguro de que todas buenas, pero sin duda es una muy clara novedad. SABA nos dice también que una mayoría similar a las descritas en los otros apartados espera que no haya más polarización. Cosa harto difícil si sigue por los caminos de AMLO, que ha basado gran parte de su política precisamente en la confrontación, escribiendo una entrega más de la larga y triste novela que nos presenta un México maniqueo, de buenos y malos, en el que los malos son siempre, claro está, los que el mandatario de turno designa. El preámbulo de Claudia a su toma de protesta no es esperanzador, regresando al lugar común de mirar hacia atrás con ira y no con orgullo. Los últimos años han vuelto a evitar una ocasión de reflexión y de encuentro entre las dos orillas del Atlántico, porque en ambos lados el destino quiso poner en el poder a dos demagogos. Al reavivar Claudia esta artificial polémica no da muestras de elegir caminos ni propios, ni diferentes.
 
Tiempo tiene, desde luego, Claudia Sheinbaum, de poner su impronta personal, su carisma, a su presidencia. Esto me lleva a otra cuestión traída y llevada estos días, sin demasiado fundamento: el uso del término presidente o “presidenta”. Leo laboriosas explicaciones sobre el uso del segundo como sustantivo y un largo etcétera de debates estériles. Sin embargo, lo sustantivo aquí es que quien realiza una acción como estudiar es estudiante, quien delinque es maleante, o quien se subleva es un insurgente. No creo que a nadie se le ocurra llamar “insurgenta” a doña Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora. No conozco “residentas”, ni “pacientas”, ni “cantantas”. Habrá mujeres ardientes, pero nunca vi una “ardienta”, y por tanto doña Claudia es señora… presidente. No va a ganar en carisma por llamarla “presidenta”.
 
Tal discusión, dejando a un lado lo cacofónico, es estéril simplemente por ridícula, como si en el uso de ese término radicara la dignificación del cargo. Como muchas veces, quienes hablan de igualdad se empeñan en diferenciar. Quisiera yo algo que debería ser obvio: que Claudia Sheinbaum pase a la historia por su buena labor, y no por el mero hecho de ser mujer. Aunque esa condición, como vimos hace unas semanas, ha generado en sí expectativas, hoy hemos visto que la gran esperanza de los mexicanos es vivir en un país con menos violencia, menos corrupción y menos división. Pues esa es la demanda popular. Lo demás son debates distractores, demagógicos y bastante poco prácticos.

adolcafe@yahoo.es



ADOLFO GONZÁLEZ reside en España, y es analista político especializado en la interpretación de la metodología de Saba Consultores de medición de la opinión pública. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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