No me cansaré

"En medio de las armas, las leyes enmudecen”, Cicerón.
 
Claudia Sheinbaum domina con máxima holgura la intención de voto para la elección presidencial. Así se desprende, y creo que no es sorpresa, de los datos recabados el pasado lunes por SABA Consultores, en los que la candidata oficialista alcanza la advertencia positiva en ese rubro, y repite alerta favorable en el de respuesta espontánea. Xóchitl, en cambio, no anda en su mejor momento y sus números se tornan mustios, rozando el aviso negativo en el indicador electoral. Ebrard sigue pareciendo hacer ruido, pero adentro de Morena, y eso no le reporta más respaldos que los que obtendría entre los seguidores de MC, en el para mí improbable caso de que cambie de chaqueta a última hora. Ya tengo dicho en otras ocasiones que Marcelo tiene amplia experiencia en aguantar mecha, y lo más probable es que lo siga haciendo, pensando en un más adelante. Lo que está claro es que si la elección fuera ahora, e impulsada por sectores de pocos o ningunos estudios, los de menos ingresos, y sobre todo, quienes aprueban a AMLO y quienes reciben apoyos sociales, Claudia arrasaría. La proyección electoral nos habla de más de un 70 % de votos. Son desde luego números de otros tiempos, que igualmente nos recuerdan que Morena ha conseguido replicar al PRI más conspicuo. Desde la unción de Sheinbaum, sus números se han disparado, aceptándose así que la candidata designada es, ha de ser, la que ocupe el sillón presidencial.
 
Con ser, naturalmente, importantes los datos anteriores, una vez más hemos de detenernos en lo que sucede en el "Top of mind”. Aquí, prácticamente la mitad de los hechos mencionados tienen relación con la violencia en alguna de las múltiples formas que adquiere en México. La crisis de seguridad que vive la Nación, el extremo nivel de impunidad, la evidente impotencia del Estado, la multiplicidad de los estamentos afectados, y la inoperancia de autoridades locales, federales, judiciales, policiales o militares son hechos palmarios. Un repaso a las noticias de las últimas semanas produce pavor. No es extraño que se produzca un nuevo repunte en la preocupación por la inseguridad, que sumada a la inquietud por la delincuencia o la violencia, nombre distintos, igual concepto, superan ampliamente el 60 %. Así las cosas, lo normal sería exigir responsabilidades a quien gobierna, esto es, a AMLO. Lejos de ello, una inmensa mayoría de ciudadanos lo aprueba aún con más brío, registrándose en este monitoreo un porcentaje del 78,6 % que lo hace. Al mismo tiempo, se redujo ostensiblemente el interés por la política, como si lo único que importa a una mayoría fuera la limosna mensual que graciosamente les otorga el tlatoani. Cada mañana, AMLO habla, haciendo suyas las palabras de Scott Fitzgerald, con la autoridad del fracaso, mientras le aplauden como focas.
 
Esta ausencia de paz que los mexicanos constatan pero asumen, se produce ante la anuencia y el desprecio del ámbito político, dedicado al cien por cien a sus batallas internas y a la lucha por aposentar las nalgas en cualquiera que sea el sillón que garantice su bienestar propio. Es sangrante que entre los aspirantes no se abra un debate urgente al respecto. Dijo Lope de Vega que la verdad de una sola cosa ha de tener vergüenza, y es de estar escondida. Por mi parte, no me cansaré de repetirlo. Me resisto a la resignación general. En cuanto a AMLO, aún en 2018 pudo haber quien dijera que no se lo esperaba. En 2024, decir eso de Claudia, que es su herencia continuista, será imposible sin traicionar a la inteligencia más básica. Y no el próximo año, sino ahora, en este momento, todo lo que no sea denunciar la situación es pura pantomima. Hacerlo, y plantear alternativas, es responsabilidad de todos.

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