“Dime con quien andas y te diré quién eres”, Dicho popular.
Pasó el efecto del III Informe, y en los datos de la última medición de SABA Consultores, los números de AMLO empeoran. Lo hacen de forma moderada en desaprobación, donde roza el aviso negativo, y su calificación media desciende porque aumentaron las calificaciones bajas y disminuyeron las altas. Morena, en identificación, también se acerca al aviso desfavorable. El punto más sugerente es la vigorosa advertencia negativa en el apartado de peores políticos.
Sin embargo, y simultáneamente, el Presidente mantiene muy alto su porcentaje en el rubro de mejores políticos, y vuelve a la alerta positiva en el “Top of mind” de “presidente deseado”. Parece claro que, por la naturaleza de ambos indicadores, lo impulsan sus seguidores habituales y más acérrimos, particularmente los beneficiarios de programas sociales. Son gentes poco preocupadas por quienes se han dejado ver últimamente por México, como Santiago Abascal, o por quien se dejará ver hoy, el inefable Díaz-Canel. Pero ambos visitantes han puesto su granito de arena en aumentar la polarización, lo cual queda refrendado en los datos que acabamos de comentar: repunte de AMLO como peor político al tiempo que el más deseado para seguir siendo Presidente. Muchos querrían más AMLO después de AMLO, incluso quién sabe si él mismo. Otros no lo quieren ver ni en pintura.
Vayamos por partes. En cuanto a la “cuestión sucesoria”, también tenemos datos sabrosos, que sitúan a Ebrard como el preferido para ocupar el lugar de don Andrés una vez este finalice su victorioso discurrir por el cargo. No queremos, por ahora, pensar, en la posibilidad de su permanencia. Marcelo roza la advertencia favorable, que tiene rango de alerta “in pectore” porque acaban de recalcularse los límites de control al alza. Sheinbaum, en cambio, cae prácticamente a cero, por lo que las preferencias populares continúan siendo claras. Otra cosa son las de López Obrador, que parece divertirse con el juego tan largamente practicado por sus predecesores priístas, y evoluciona en su discurso de “Sheinbaum es de primera” a “todos son amigos”, como acertadamente señala El País. Insistimos: el preferido por los ciudadanos es Ebrard. Pero, ¿de dónde se sacan ustedes que eso cuenta para quien en realidad decide?
Porque, no nos engañemos, estamos asistiendo a una ceremonia más que conocida, que repitió con éxito el PRI de la dictadura perfecta hasta el fallido fenómeno de la “alternancia”, protagonizado por don Vicente y don Felipe. Morena, mientras, sigue sumando expriístas, quizá Andrés Manuel se refiera a eso cuando afirma que todos son amigos… Lo que está claro es que nadie se pregunta qué saldrá de las urnas, sino qué se sacará de su magín el dueño de los destinos de México. Anoche mismo reivindicó las culturas prehispánicas en su solitario grito del Zócalo. Aprovecho para felicitar a todos los mexicanos en su día patrio, pero me temo que lo que AMLO desea que retorne no es el Imperio Azteca. Le basta con volver a los años 70, la época en la que él y sus amigos (todos lo son) aprendieron cuanto saben en el PRI de Echeverría y López Portillo.
Y si cierto es que muchos de estos lodos vienen de aquellos barros, otros tienen un origen mucho más cercano, como es el caso de la polarización creciente. A ello pareció contribuir la mencionada visita de Santiago Abascal para hacerse unas fotografías con políticos panistas. Vayan por delante varias cosas. La primera, que VOX, el partido de Abascal, no es en absoluto un partido de ultraderecha, por más que la propaganda, en gran parte procedente de la derecha conservadora española (fuego amigo) lo quiera tildar de tal. Es un partido liberal conservador sin más. Mucho más ultraderechista es Encuentro Social, con tintes incluso confesionales, y nadie puso el grito en el cielo por ir de la mano de Morena en la elección. Lo que parece claro es que los simpatizantes del PAN son mucho más críticos con su partido que los de AMLO a la hora de reaccionar a este tipo de errores, si queremos considerarlos como tales: de inmediato, la pasada semana, los azules registraron una advertencia negativa en identificación.
Esto no ha sucedido con Morena ni con AMLO por la visita del Díaz-Canel, al cual sí se le puede calificar de extremista, y que ejerce la continuidad de un régimen dictatorial que dura ya más de 70 años. Por más, también, que la propaganda nos quiera convencer de lo contrario, sea por el bloqueo yanqui, sea por las bondades de la medicina cubana, o por cualquier otra cosa a la que se agarren los nostálgicos del muro de Berlín. Ciertamente se menciona en el “Top of mind” la aparición de este visitante, pero quienes reaccionaron en contra son evidentemente los detractores de AMLO. Sus seguidores la sostienen y no la enmiendan.
Es muy cierto el refrán que asocia quién eres a con quién andes. Pero lo de Abascal, e incluso lo de Díaz-Canel, es lo de menos. Hace tiempo que Morena recibe asesoramiento y dinero de Podemos, otro partido español bastante más extremista que VOX, y tampoco nadie se echó las manos a la cabeza, a pesar de las investigaciones en curso al respecto. Los tintes mesiánicos de Andrés Manuel hacen que la pasión ciegue el conocimiento de sus seguidores. El germen profundo de tales planteamientos es la creencia casi religiosa en una especie de bondad intrínseca del Presidente, que se erige en ser supremo, y cuyas dádivas se nos dan por añadidura. No es el único: en España, Pedro Sánchez se ha descolgado hace apenas un par de días diciendo que el Gobierno ha vacunado a todo el mundo sin siquiera preguntar a quién han votado. ¿Cabe más bondad? Bendigamos su nombre y su misericordia.
Así que levanten sus ojos a los montes, ¿de dónde les vendrá el auxilio?, el auxilio les vendrá del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Piensen que la próxima vez el narcisista de turno sí les podría pedir, para gozar de su benevolencia, que acrediten que no son ciudadanos díscolos y que acatan los mandamientos del todopoderoso. Se llame López, Sánchez o Godínez. La cuestión es que, en una sociedad enfrentada, el peligro de una respuesta autoritaria es siempre muy real. Pero no hay que buscarla en ningún visitante, el verdadero visitante hace tiempo que llegó. El autoritarismo vendrá de quien promueve la polarización, y lo planteará precisamente como solución para evitarla. Una vez que las nalgas de un megalómano tocan el cuero del sillón del poder, cuesta despegárselas de ahí hasta con agua hirviendo. Se perpetuará por sí o por medio de otros. El visitante llegó para quedarse.
En una sociedad enfrentada, el peligro de una respuesta autoritaria es siempre muy real. Pero no hay que buscarla en ningún visitante. El autoritarismo vendrá de quien promueve la polarización.
17/09/2021