“Es debilidad ceder a los males, mas es locura alimentarlos”, Montaigne.
Cuenta la mitología griega que Escila y Caribdis eran dos monstruos marinos en las orillas opuestas de un estrecho canal, de forma que los marineros, si intentaban alejarse de uno, caían inevitablemente en las fauces del otro, y al contrario. Así que los desventurados navegantes se veían obligados a elegir entre lo malo y lo peor. Eso ha sucedido, por ejemplo, en la elección presidencial estadounidense, sin que tenga yo claro a cuál de las dos alternativas representaba cada candidato. El pueblo mexicano se ha visto innumerables veces ante este tipo de encrucijadas, amén de las no poco numerosas veces en las que no ha tenido disyuntiva posible, pues se encontraba apenas ante una sola opción. Ese fue probablemente el caso del triunfo electoral de Claudia Sheinbaum, que enfrente no tenía, a efectos prácticos, a nadie. No creo que sucediera así con la victoria de AMLO, que en mi opinión algún rival digno sí que tuvo, aunque lo dejaran caer para dejar vía libre al de Tabasco. Pero eso es ya agua pasada, que no mueve molino.
Los datos de SABA Consultores de hoy van sobre percepción, opinión pública y alternativas posibles. Ayer mismo, el Dr. Borrego nos regalaba un texto en el que explicaba sucintamente las diferencias entre percepción y realidad, y cuándo es importante una y otra. El ejemplo que nos pone es muy pertinente: la aprobación o la preferencia por un candidato depende de la percepción de cada cual, y en ese caso puede ser igual de importante o más que la realidad. ¿Qué más da que haya quien piense que algún expresidente es un pendejo si una mayoría lo sigue considerando el mejor político de México? Este es el caso de AMLO. No me malinterpreten, no me refiero a la pendejez, allá cada cual con su percepción, sino al 40,8 % que sigue pensando que nadie en el país lo supera como político. ¿Es esto la realidad? Bien, es lo que perciben los ciudadanos, que en este caso es quizá más importante.
Ese porcentaje de fieles seguidores se ha reducido algo, pero le alcanza muy sobradamente para ser, en solitario, el líder más aclamado de México. Así de larga se proyecta su sombra, porque su sucesora, si bien en ese indicador va remontando levemente, con una alerta positiva, apenas alcanza un 3 %, y se incluye, en empate técnico, en un muy nutrido grupo perseguidor, acompañada de personajes tan variopintos como Felipe Calderón, Peña Nieto, Fox o incluso Salinas de Gortari. Por supuesto que la alerta mencionada sugiere que en un futuro próximo adquirirá ventaja sobre ellos, pero hoy por hoy la figura de su mentor sigue dominando el panorama político. Me temo que Claudia, que goza de amplia aprobación, tiene por ahora el beneficio de la duda, pero no nació perdonada como Andrés Manuel. Por sus hechos la conoceremos, y tiene ante sí no pocos retos. Hoy veremos también datos de SABA sobre la aprobación a Claudia en tres asuntos importantes.
Uno de ellos es el apoyo de la Sheinbaum a la investigación científica, y un 62,7 % de los mexicanos la respalda en ese aspecto. Cabe esperar un cambio de rumbo con respecto a su predecesor, que despreció a la ciencia minimizando los apoyos económicos, dada la condición académica de la nueva mandataria. Esto aún es un futurible, y dependerá, como tantas cosas, de la influencia que ejerza en sus políticas su predecesor. En lo referente a la impartición de justicia de manera imparcial, el porcentaje de aprobación es menor: aprueban su política un 52,3 %, un dato bastante coherente si consideramos que un 47,3 % apoyan la reforma judicial. Muchos, desde tribunas más versadas en leyes que esta, han señalado las serias fallas de dicha reforma precisamente en términos de imparcialidad. Comparto esa opinión y esos temores.
El tercer y último tema es sin duda el más delicado, pues se trata del combate al crimen organizado, y en este caso un 48,1 % aprueba la gestión de Claudia y un 37,7 % no lo hace. Son datos relativamente buenos, habida cuenta de la corriente de opinión publicada, así como el clima de tensión que se vive en algunos puntos del país, en especial en los últimos días en Sinaloa. Aquí es donde volvemos a lo expresado ayer por el Dr. Borrego, que elabora semanalmente un monitoreo de homicidios basado en los datos del Consejo Nacional de Seguridad Publica, el cual nos dice que, en ese aspecto, se consolida una estabilidad en torno a los 454 homicidios dolosos como condición previa. Estoy plenamente de acuerdo conceptualmente con Salvador Borrego en que esa es una realidad independiente de la percepción ciudadana, que puede variar mucho en función de diversos factores, desde la afectación personal hasta el carácter más o menos intrépido del que percibe, pasando por el área concreta que se analizara. Lo único que me genera dudas no es el método ni el concepto que emplea SABA, sino la fuente de la información, que podría emplear algún sesgo. Sin embargo, es claro que siendo la fuente siempre la misma lo probable es que ocurra igual con el sesgo, con lo que los datos son muy válidos para efectuar un seguimiento que permita evaluar la evolución del problema.
Mi percepción es que esas cifras objetivas representan un problema de primer orden. Quizá una buena idea sería contextualizarlas mediante un análisis comparativo con la situación en países de condición similar. Si alguien tiene los datos, animo a que los aporte. En todo caso, la violencia y la inseguridad llevan muchos años siendo el principal problema para más de la mitad de los ciudadanos, y de la gestión de Claudia en ese aspecto dependerá en gran medida su éxito. De hecho, y muy especialmente, en la relación con Trump (con todo lo que ello implica), y más o menos tangencialmente en otros muchos aspectos, principalmente la situación económica. En cuanto a la percepción de los ciudadanos, generar un clima de pánico no es una buena estrategia ciudadana para mitigar el problema, pero tampoco lo es cerrar los ojos a hechos evidentes. La preocupación de las gentes de a pie está más que justificada, y las sospechas de colusión e infiltración del narco con todos los niveles de administración son numerosas, entre otras razones por los nefastos precedentes más que conocidos. Por eso da la sensación de que el pueblo mexicano navega por un estrecho en el que, si quiere librarse de las fauces del Escila del crimen organizado, teme caer en las garras del Caribdis de un narcoestado. La situación es delicada. Todo parece indicar, incluyendo la baja en el número de homicidios, que Omar García Harfuch está iniciando con buen pie su trabajo, desde luego con una idea muy distinta que en el sexenio anterior, lo que hace abrigar esperanzas de un cambio de paradigma también en otras parcelas. Ojalá y así sea, nos va en ello, literalmente, la vida.