Hace unas semanas, mientras impartÃa clase como maestra de marketing digital, uno de mis alumnos comentó con entusiasmo —y sin el menor atisbo de ironÃa— que prácticamente no hacÃa ninguna tarea por sà mismo. "Para todo tengo una app", dijo con una sonrisa orgullosa. Su confesión no solo me sorprendió, sino que también me dejó reflexionando. ¿Estamos perdiendo habilidades cognitivas esenciales por depender en exceso de la tecnologÃa?
Como periodista especializada en tecnologÃa de la información, he celebrado durante años los avances que han permitido que las aplicaciones móviles nos asistan en tareas cotidianas: desde la gestión del tiempo hasta la escritura de correos o la generación de imágenes con IA. Pero también he observado, especialmente desde el aula, cómo esta comodidad puede volverse contraproducente.
El pensamiento crÃtico, la memoria, la planificación e incluso la creatividad están siendo reemplazados —o al menos debilitados— por herramientas que lo hacen todo por nosotros. ¿Para qué pensar si una app ya pensó por mÃ?
La automatización, mal comprendida o usada sin criterio, puede generar una pereza mental peligrosa. He visto cómo algunos estudiantes pierden la capacidad de estructurar ideas, de investigar por su cuenta o de redactar con coherencia. Y lo preocupante no es solo lo académico: hablamos del desarrollo de habilidades humanas fundamentales para tomar decisiones en la vida real.
No se trata de satanizar la tecnologÃa. Todo lo contrario: se trata de usarla con inteligencia. Las apps deben ser apoyo, no sustituto. Como educadores y profesionales del sector TI, tenemos la responsabilidad de promover un uso consciente, que potencie el pensamiento humano en lugar de reemplazarlo.
Porque si dejamos de pensar por nosotros mismos, tarde o temprano, alguien —o algo— lo hará por nosotros. ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio?
Todos los comentarios son bienvenidos a veronica@vaes.com.mx
Nos leemos, la próxima vez. Hasta entonces.