Bosmia era un estudiante Hindú ya trabajando su tesis doctoral como estadístico, cuando yo apenas iniciaba. Era pobre de solemnidad, su beca era raquítica, amaba profundamente a su esposa, de quien se despidió hacía cuatro años, recién casado, para ir a USA a buscar el grado, y había fracasado en su primer intento de tesis. Pero de solo verlo se apreciaba sin asomo de duda: era inmensamente feliz.
Alguna vez, haciendo gala de mi diplomacia fronteriza, le pregunté: ¿Por qué eres tan feliz, si estás tan jodido?
Su respuesta la atesoro como uno de mis más grandes bienes: “porque en mi cultura la felicidad no se alcanza; se decide”.
Por ello para mi fue razonable incluir en mis encuestas, desde hace más de tres décadas, la pregunta: ¿se considera usted una persona feliz?
Pues bien, AMLO quiere usar este indicador como medida del progreso social. Ahí les va:
El sábado pasado, 88.7% de los mexicanos nos consideramos felices; el 6 de junio de 2016, en plena época neoliberal, 91.7% de los mexicanos nos considerábamos felices.
Señor presidente: ¡Estamos retrocediendo! ¡Es cuanto!