Apenas el viernes 7 de mayo en la noche, alrededor de las 10 horas, se encontraban los hermanos González Moreno en su casa, en un barrio céntrico de Guadalajara, cuando fueron asaltados y secuestrados por hombres encapuchados y armados. El domingo 9, víspera del Día de las Madres en México, sus cuerpos fueron encontrados cerca de una barranca a 50 kilómetros de la capital tapatía.
Fíjese bien, por favor: estando en su casa, en una ciudad grande y supuestamente vigilada como es Guadalajara, estos jóvenes (José Alberto, 29 años; Luis Ángel, 32 años, y Ana Karen, 24 años) fueron secuestrados y asesinados. No andaban en la sierra, ni de parranda ni protestando en las calles; estaban en su casa, y hasta ahí los alcanzó el brazo del crimen.
La novia de José Alberto explicó al periódico El Occidental que “el día en que se los llevaron, su novio estaba haciendo tarea, el hermano estaba terminando unas tazas que le habían encargado (era serigrafista) y Ana Karen se encontraba cenando”.
La versión oficial, hasta el momento, es que los pistoleros del Cártel Jalisco Nueva Generación los confundieron con los hijos de una persona a la que buscaban. Cualquiera que sea la explicación, no hay nada que reviva a los muchachos.
Wendy Sánchez (33 años), diseñadora y artista creativa, se dirigía a Guadalajara, el 9 de enero pasado, un sábado en la mañana, desde el pueblo de San Francisco, en Nayarit, a visitar a su familia y pasar el fin de semana con ellos, como tantas veces antes lo había hecho.
Viajaba sola en su camioneta Jeep y desapareció en algún punto de la carretera a la altura de Compostela. Su hermano Baruc continúa su búsqueda a través de las redes sociales (@_baruc_), a cuatro meses de su desaparición. La investigación se complica porque la lleva la Fiscalía de Nayarit y la familia de Wendy (los Sánchez Muñoz) reside en Guadalajara.
Como era de esperarse, las fiscalías de Nayarit y Jalisco no trabajan coordinadas y se echan la pelotita, resultando de todo ello que la investigación avanza muy lentamente. La familia de Wendy tuvo que pedir en un comunicado lo siguiente:
“Exhortamos a las autoridades a seguir trabajando en la localización de Wendy y no comenzar la construcción de una ‘verdad histórica’ que vaya en contra de los intereses y deseos de la familia Sánchez Muñoz y de la víctima”.
El 24 de marzo, al regresar por carretera desde la Ciudad de México después de pasar unas vacaciones, una familia completa (cuatro miembros) y sus acompañantes (tres adultos y un niño de 9 años) fueron interceptados al pasar por Acatic, Jalisco (entre Tepatitlán y Guadalajara), y secuestrados por policías municipales coludidos con criminales, todo con el fin de pedir un rescate.
El caso creó tal conmoción en Jalisco y a nivel nacional que los secuestradores decidieron liberar a la familia para tratar de eludir el castigo, pero al menos 7 policías municipales fueron detenidos y sujetos a investigación. Se descubrió que era una manera de operar para hacerse de dinero y que no era la primera vez que lo hacían.
Hay más de qué hablar en Jalisco, en donde en diciembre pasado asesinaron al ex gobernador Aristóteles Sandoval en un restaurante de Puerto Vallarta, pero no se trata de señalar como un caso excepcional, sino como un espejo de lo que está ocurriendo en todo México.
Historias similares escucho en Nuevo León sobre personas secuestradas o desaparecidas, jóvenes cuyas vidas son segadas por criminales. El común denominador en Jalisco y en todo México es la facilidad con que se mueven los criminales y la impunidad que los rodea y de la que hacen gala públicamente: el Cártel Jalisco Nueva Generación anunció, por ejemplo, que regalaría despensas el 10 de mayo en honor a las madrecitas de Jalisco, cuando sus sicarios acababan de matar a los tres hermanos.
No es novela, película ni obra de ficción: hablamos de la triste realidad de un México bronco ingobernable que arrebata a los hijos del seno de sus familias y los devora, ¿hasta cuándo?