Michelle

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
La lectura del libro “Becoming, Mi Historia”, no me decepcionó ni lo hará, estoy seguro, cuando ustedes lo lean.
26/02/2021

Como mujer afroamericana se labró su propio camino como estudiante y profesionista en la abogacía, su trayectoria en el trabajo comunitario, y el encuentro y romance con Barack que cambió su vida

Su toma de conciencia desde temprana edad sobre que el color de su piel podría ser, si no asumía una personalidad fuerte, una condena sobre su destino.

Al igual que en el caso de la Jueza Ruth Bader Ginsburg, la admiración de muchas mujeres mexicanas hacia Michelle Obama es palpable y ambas figuras son fuentes de inspiración para ellas.
 
Apenas llegó a librerías mexicanas el libro “Becoming, Mi Historia”, en la edición en español de Editorial Planeta, me propuse abordar la lectura de un libro que no me decepcionó ni lo hará, estoy seguro, cuando ustedes lo lean.
 
No voy a relatarle aquí el contenido general, no deseo echarle a perder de antemano su lectura, sino que resaltaré el papel importantísimo de Michelle como mujer afroamericana que se labró su propio camino como estudiante y profesionista en la abogacía, su trayectoria en el trabajo comunitario, y el encuentro y romance con Barack que cambió su vida.
 
Todo ello sucedió en el marco de esa ciudad maravillosa que en lo personal me resulta Chicago, un verdadero “melting pot” de grupos étnicos, migrantes, idiomas, culturas, lenguaje, etcétera, y que, a orillas del Lago Michigan, es una metrópoli vibrante de gente, música, pujanza económica, museos y deportes de alto nivel, un lugar incomparable.
 
En ese marco, en el South Chicago duro y marginal, discriminado y venido a menos en comparación con otras zonas de esa ciudad, nació y creció Michelle. Toda la primera parte de su libro, “Mi Historia”, la dedica a narrar los avatares por su vecindario, las escuelas, los parques públicos de su infancia, y en particular su toma de conciencia desde temprana edad sobre que el color de su piel podría ser, si no asumía una personalidad fuerte, una condena sobre su destino.
 
“He sido estudiante negra de clase trabajadora en una elegante universidad cuyo alumnado es mayoritariamente blanco. He sido la única mujer, la única afroamericana en lugares de todo tipo. He sido novia, madre primeriza estresada e hija desgarrada por la tristeza. Y hasta hace poco fui primera dama de Estados Unidos, un trabajo que si bien oficialmente no lo es, me ha brindado en cualquier caso una plataforma que nunca habría imaginado”, escribe Michelle.
 
“Para mí fue un desafío y una lección de humildad, me elevó  y me empequeñeció, a veces todo al mismo tiempo”, agrega.
 
A lo largo de sus ocho años en la Casa Blanca, yo escuché en México reacciones diversas de amigos hombres y mujeres respecto a la primera dama, aunque siempre les decía, medio en serio y medio en broma, que en realidad ella era la inteligencia detrás del trono, tal como siempre lo consideré en el caso de Hillary Clinton.
 
Michelle y Hillary, dos mujeres y brillantes abogadas, ambas con una personalidad propia totalmente definida y que nunca estuvo a la sombre de sus maridos, sino que, por momentos, los rebasaban, era mi punto de vista.
 
De ahí iniciaba la discusión y largas charlas entre quienes estaban a favor o en contra de mi postura, pero lo interesante es que ambas primeras damas eran siempre un tema de conversación entre los mexicanos, con más intensidad que la atención escasa que prestábamos a las primeras damas mexicanas, las cuales desempeñaban roles de vida y trabajo diferentes a sus contrapartes norteamericanas.
 
En la memoria colectiva de Estados Unidos se encuentran primeras damas como Rosalyn Carter y Barbara Bush, muy apreciadas en sus épocas. También están las que han vivido y acompañado a sus maridos en la Casa Blanca por dos periodos: Laura Bush, Hillary Clinton y la propia Michelle Obama. Sobre Melania Trump, por recién concluir su experiencia como primera dama, es difícil hacer todavía un balance adecuado.
 
“Cuando eres primera dama, Estados Unidos se muestra ante ti en todos sus extremos”, advierte Michelle. Es un desafío desproporcionado para cualquier mujer.
 
Por eso, se aprecia el libro de Michelle Obama como una memoria de sus días en la Casa Blanca, como fue mi primer pensamiento al respecto. Lo que no esperaba, pero me sorprendió gratamente, fue la primera parte, “Mi Historia”, con su relato fascinante sobre esa jovencita de clase trabajadora, cuya familia vivía en casa de renta y que llegaría a ser inquilina de la mansión presidencial.
 
Esa es la fascinación de Michelle Obama entre las mujeres mexicanas. Bienvenido su libro.

Rogelio.rios60@gmail.com

 



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.  Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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