Una de las sensaciones más agradables de la llegada de diciembre y el fin de año es la de sentarse a reflexionar sobre lo ocurrido en el 2021 y, sobre todo, lo que creemos que traerá el 2022. Intentamos hacer pronósticos, dibujar escenarios, hacer vaticinios sobre la suerte del político fulano o mengano, en fin, nos convertimos en meteorólogos de la vida pública de México.
Quizá esa actitud es un legado de la Antigüedad, la época ancestral en la que el hombre se consideraba como una marioneta de los dioses, una hoja que la tormenta llevaba a su arbitrio. Nuestro destino está trazado, decían todas las cosmogonías, no hay que pelear contra él, sino aceptarlo. Unos cuantos, muy pocos, se resistían a ello y eran llamados héroes.
En nuestro tiempo, resistir al fatalismo no es cosa de héroes, sino de ciudadanos. Para los gobernantes, sin embargo, ese resabio de eras pasadas les sirve como anillo al dedo: si yo fallo, nos dicen desde sus púlpitos, es porque fuerzas oscuras, dioses embozados, conspiran en mi contra. Bonita forma de evadir las responsabilidades.
Dicho lo anterior, en mi escenario para México en el 2022 destaco algunos temas:
1) En el liderazgo político, continuará la sequía terrible de líderes eficientes. Es un problema que viene desde la punta de la pirámide, la Presidencia de la República, hasta el alcalde del pueblo más pequeño y aislado en territorio nacional. No contamos con buenos líderes que tengan visión y estrategia para gobernar porque no nos preocupamos por formarlos y, por otra parte, muy pocos ciudadanos les exigen cuentas. México seguirá navegando sin capitanes experimentados al timón, no esperemos conversiones mágicas de ninguno de ellos, por lo cual la mediocridad de nuestra vida pública continuará en los niveles actuales si no es que desciende.
2) Sobre la pandemia de Covid 19, a menos que la indignación de la opinión pública contra los funcionarios de salud Alcocer y López Gatell derribe la sordera del Presidente López Obrador, no habrá rectificación alguna en la estrategia de negligencia criminal que esos funcionarios han determinado para México. Tendrán que rendir cuentas, tarde o temprano, sobre su trágica ineptitud (que nos ha costado más de 600 mil muertos), pero, por lo pronto, los seguiremos padeciendo.
3) La Economía parece reducirse, a los ojos de los gobernantes, al manejo de un puñado de indicadores a nivel general (macroeconómico, le dicen), con lo cual se sienten plenamente satisfechos e ignoran el panorama de desastre que la actividad económica presenta a millones de mexicanos. La incontable cantidad de negocios cerrados, quebrados o que se tornaron inviables, el espíritu emprendedor roto por la falta de apoyos y por las excesivas regulaciones y sobrevigilancia fiscal, dan cuenta de ello, tal como lo veo en mi ámbito inmediato en Monterrey. El año próximo no parece traer mejora alguna en este sentido para las pequeñas y medianas empresas.
4) La desinformación llegó para quedarse. Se rompieron los canales regulares de información periodística a los ciudadanos que, si no eran perfectos ni mucho menos, le daban una referencia central de noticias y opiniones a partir de la cual se alimentaban de información necesaria para sus vidas personales y profesionales. El asalto de las redes sociales a los mexicanos, que viene de años atrás, pareció en el 2021 alcanzar un punto de predominancia a partir del cual se vuelve irreversible. Repletos de información falsa, distorsionada, manipulada al máximo, al ciudadano no le queda más que defenderse de ello con sus propios recursos, cuando los tiene para invertir en una buena información. La gran mayoría de los mexicanos carece de esa opción y se convierten, volviendo a la metáfora, en millones de hojas al viento perfectamente manipulables al gusto de los políticos. Triste panorama, pero así lo veo.
5) Finalmente, un rasgo positivo para el año próximo: algo ha pasado en muchas personas a lo largo de este tiempo de pandemia y crisis que puedo resumir en una frase: muchos han abierto sus ojos a lo valioso que es la vida, a lo que en algún cliché se nombró como "la alegría de vivir". Corazones antes cerrados a piedra y lodo, hoy florecen con una luz desconocida que ilumina los rostros en los cuales nunca veíamos una sonrisa. Saludar al vecino, abrazar a los hijos y a la esposa, platicar animadamente con un desconocido se han vuelto gestos frecuentes. La empatía hacia las historias de aflicción que escuchamos o leemos se desborda en quienes nunca la habían sentido. Buen augurio para 2022: la adversidad nos seguirá abriendo los corazones.
No, no somos personajes de una tragedia griega en la cual los dioses se entretenían, desde el Olimpo, jugando con las vidas de los humanos, aunque la política mexicana muchas veces parece eso. Al contrario, no hay dioses, sino gobernantes que deben rendir cuentas de su ineptitud y corrupción ética. Ojalá los mexicanos sigamos creciendo en conciencia cívica y nos convenzamos de que el destino del país está en nuestras manos, no en la de políticos mediocres.