No es censura

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
De haber permitido la difusión de falsedades de Trump, los periodistas y medios de comunicación estadounidenses habrían faltado a sus principios periodísticos.
13/11/2020

No es censura abstenerse de difundir, como medio de comunicación, la información sin sustento notoriamente falsa y expresada en términos sensacionalistas.

Quienes así lo afirman con relación a la interrupción de la transmisión de la conferencia de prensa del Presidente Donald Trump, el 6 de noviembre desde la Casa Blanca, desconocen u olvidan que una responsabilidad fundamental del trabajo periodístico es verificar, hasta donde sea posible, el sustento y la credibilidad de la información disponible.

Lo que el Presidente Trump decía en esa conferencia de prensa, alegando un supuesto fraude electoral a gran escala en su contra, no fue acompañado de evidencia alguna, no tenía sustento en la realidad y sembraría confusión e incertidumbre en la opinión pública.

Además, su postura implicaba un ataque frontal al sistema electoral y a las instituciones democráticas estadounidenses al hacer aseveraciones falsas en las que cuestionaba la legitimidad del sistema político en su conjunto.

De la misma manera que Twitter empezó a poner “tags” de advertencia sobre la credibilidad de los mensajes que el Presidente Trump envía por esa red social, la plataforma que difunde esa información ejerce su facultad de salvaguarda de la información antes de que llegue “en crudo” a la opinión pública.

“La tarea primordial del periodista es proporcionar una información verídica y auténtica con la adhesión honesta a la realidad objetiva”, señala el Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO (1983).

Esto se hace con el fin de que “el público reciba un material apropiado que le permita formarse una imagen precisa y coherente del mundo, donde el origen, naturaleza y esencia de los acontecimientos, procesos y situaciones sean comprendidos de la manera más objetiva posible.”

Por su parte, la Sociedad de Periodistas Profesionales(SPJ, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos nos advierte, en su Código de Ética, que ese organismo cree que “la ilustración del público es precursora de la justicia y cimiento de la democracia”.

Por tanto, “el deber del periodista es promover esos fines buscando la verdad y ofreciendo un recuento justo y completo de hechos y temas”.

De haber permitido la difusión de falsedades y la incitación de Trump para trasgredir el orden democrático e institucional, los periodistas y medios de comunicación estadounidenses habrían incurrido en una grave falta a sus principios periodísticos, al aceptar la propagación de información notoriamente falsa como parte del reconocimiento de un supuesto “derecho de expresión” de quien falsea la realidad.

“La integridad profesional es la piedra angular de la credibilidad de un periodista”, nos dice el Código de la SPJ. “Los periodistas deben ser honestos, justos y valerosos al buscar, reportar e interpretar la información”, concluyen.

Veo como un ejercicio de honestidad y de valentía periodística la decisión de interrumpir la transmisión de información falsa y nociva para la opinión pública el 6 de noviembre, sobre todo, cuando la fuente de esa información era el propio Presidente de los Estados Unidos de América.

Para calificarlo de “acto de censura” tendría que haberse dado esa interrupción al Presidente cuando éste estuviera presentando pruebas y evidencias que sustentaran sus afirmaciones de fraude. No fue así. No hubo una sola prueba presentada por el Presidente Trump.

Ante esa situación, y en vista de la notoria falsedad de lo que ahí se afirmaba, los medios de comunicación se apegaron a sus principios periodísticos y a sus normas éticas del ejercicio periodístico.

La responsabilidad, ese día, estaba de lado del Presidente Trump al intentar manipular a los medios de comunicación norteamericanos usándolos como simple “caja de resonancia” para difundir sus puntos de vista, sin sustento alguno. Al proceder así, incurrió en una violación grave de su juramento presidencial constitucional de actuar siempre en favor del interés público supremo de su país.

Ése es el problema de fondo en tal incidente del 6 de noviembre. Desviar la atención a la supuesta “censura” de los medios sobre el Presidente Trump es erróneo: si alguien no hizo honor a su código de ética, no fueron los periodistas. Saque usted sus conclusiones.

Rogelio.rios60@gmail.com



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.  Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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