Publicar tus opiniones en redes sociales puede autodestruirte

La esposa del Presidente cayó en la tentación de escribir al vuelo en redes sociales, y lo pagó caro.
06/07/2020

¿Qué tienen las redes sociales que hechizan, arrastran y subyugan?

Muchas personas no resisten el impulso de escribir en ellas lo primero que se les viene. Creen que les susurran, con voz dulce, palabras como éstas: "Di lo que quieras. Internet es tuyo". Pero es una trampa, como el canto de las sirenas en la mitología griega cuya belleza seducía a los marineros para arrojarlos a su perdición.

Es preferible ignorar sus súplicas. El mismo Facebook, una vez conectado, te invita a publicar con esta pregunta: "¿Qué estás pensando?".

Según la leyenda, el poeta chino Li Po caminaba una noche, borracho. De pronto, vio en el suelo el disco resplandeciente de la luna, como una charola. Se tiró sobre ella pero cayó en un lago, porque aquello no era la luna sino su reflejo en el agua. Así, murió ahogado.

Lo más seductor, hermoso y agradable es el espejismo de un mal o una desgracia, solían lamentar los viejos profetas de Israel (pero después supimos que el mal adopta cualquiera apariencia).

En realidad, no todos los usuarios de plataformas digitales acaban humillados o deshechos por lo que publican. Las redes están ahí, como plato servido, listas para aprovecharse; son tentadoras, no letales. Si fueran esencialmente negativas, no tendrían tanto éxito.

El problema son las reacciones de los participantes, sus respuestas impulsivas.

Se necesita sangre fría para pasar por encima de un insulto sin mostrarse ofendido. Las palabras, a veces, son chispas en un barril de pólvora. Lo que se quiere enmendar mediante una respuesta acaba empeorándolo todo. Esto le ocurrió a Beatriz Gutiérrez Müeller, esposa del presidente.

Con todo derecho, la señora de López Obrador estaba contenta por el segundo aniversario de su esposo en la Presidencia. Era el 1 de julio, y la escritora posteó este mensaje en Twitter: "Hace dos años, los ciudadanos -que somos los verdaderos guardianes de la democracia- logramos lo impensable: elecciones realmente democráticas. #1Julio".

Pero Twitter, más que ninguna otra red, es toma y daca, y a toda acción sucede una reacción. El encargado de responderle fue el usuario David Guerra Muñoz. "¿Cuándo atenderá personalmente a los padres de niños con cáncer? Gracias por su amable respuesta". Y, entonces, las mejillas de Gutiérrez Müeller debieron enrojecerse.

"No soy médico –comenzó su réplica– a lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos". Este enunciado atrajo como pirañas a los opinadores compulsivos en contra de la señora. En cuestión de segundos, la asediaron por miles. Ella, agobiada, cerró su cuenta en un intento de alejar la atención. Pero ya era tarde.

Convertida en tendencia y mostrada como insensible por los medios de comunicación, Gutiérrez Müeller reabrió su cuenta y anotó un ‘mea culpa’ al público: "Están muy inquisidores los adversarios de mi esposo, ¡por algo será! Si mi expresión "no soy médico" ofendió a alguien, ofrezco disculpas. En cuanto a mí, solo expresarles que soy profundamente humana y deseo el bien a todos, ahora y siempre".

La esposa del Presidente había caído en la tentación de escribir al vuelo en redes sociales, y lo pagaba caro.

Facebook y Twitter también parecen alentar la venganza en algunos usuarios. Cegados por la ira, estos no ven por dónde caminan y acaban hundiéndose en su propia desdicha, como Li Po en el lago donde quiso abrazar la imagen del satélite. Hace poco John Ackerman, esposo de Irma Sandoval, secretaria de la Función Pública, cayó en desgracia por su propio pie.

Para empezar, el matrimonio Ackerman-Sandoval había vivido un momento difícil por un reportaje que cuestionaba el origen de su patrimonio. El autor era Carlos Loret de Mola. Numerosas personas respaldaron al profesor y su esposa, pero otros se sumaron a las sospechas sobre su riqueza. Ackerman amenazó a Loret con demandarlo en tribunales. Desahogados unos y otros, la tensión bajó. Pero, el 24 de junio, Ricardo Monreal hizo su aparición y estalló, con más fuerza, la ira de Ackerman.

El coordinador de los senadores de Morena jamás mencionó al académico o a su pareja ni rozó, de lejos, el tema en cuestión. Solo asistió a una entrevista con Loret, transmitida por un canal digital, y dijo: "Te he leído y te sigo y en tu trabajo estás en lo correcto".

"Redes, ¿para qué las quiero?", habrá pensado, furioso, John Ackerman después de oír aquella afirmación. Todavía caliente, escribió un tuit a los legisladores oficialistas: "¿Qué esperan Senadores de Morena para renovar su coordinación? Ya lo dijo Andrés Manuel López Obrador. Es #TiempoDeDefiniciones".

Ackerman fue reprobado acremente por la oposición, los cibernautas y los mismos senadores de Morena. Radical, oportunista, lambiscón y otras etiquetas llenaron los mensajes en su contra. Una indignación exagerada lo llevó a ofender a los integrantes morenistas de la Cámara Alta. Sus reclamos, desde luego, cayeron en oídos sordos. Ackerman se tragó las críticas y Monreal siguió firme como coordinador.

Tanto Beatriz Gutiérrez Müller como el profesor de la UNAM pertenecen al círculo de la izquierda o del Presidente, pero no son los únicos ni los principales usuarios con yerros en redes sociales. Los citamos por hacerse virales en fecha reciente. También cabe mencionar a Laura Zapata y sus injurias al hijo de López Obrador, a Enrique Peña Nieto y su ñoño sentido del humor sobre su nombre y el refresco "Peñafiel", a Marcelo Ebrard y su felicitación a una estudiante mexicana ganadora de un premio científico, cuya foto era en realidad la de una actriz porno, y a Enrique Alfaro, como alcalde de Guadalajara, por ejemplicar a un ciudadano irresponsable como aficionado del Atlas.

Obnubilados por las redes sociales, fuera de sí, estos famosos descargaron su frustración en el teclado o el teléfono móvil, y después lo padecieron.

EL PRECIO DE SER FIGURA PÚBLICA

Una de las ventajas de ser desconocido o persona común es vivir en relativa invisibilidad social. Salvo un círculo mínimo, nadie sigue las palabras o los actos de la gente en general, ni espera de ella gestos de grandeza. Pero las figuras públicas se mueven bajo la mirada constante de una ciudad, un país o el mundo.

Figuras públicas son los gobernantes, funcionarios, políticos, empresarios, artistas, intelectuales, deportistas, comunicadores, líderes religiosos y profesionistas destacados.

Tendrían que ser un Séneca, un Emerson o un Cicerón para que cada frase suya arrobara a los cibernautas. Algunos, como los escritores y los periodistas, tienen más facilidad pero la mayoría tropieza o cae. También, para estas necesidades, hay una solución.

Las figuras públicas deberían pedir ayuda a un consultor o autor de contenidos para manejar sus redes sociales. Son los especialistas de la comunicación social porque piensan como el grueso de la gente -o la comunidad- y crean mensajes a su medida.

Un verdadero consultor no miente, tergiversa ni inventa; eso ya lo hacen los famosos. Su función es persuadir, conectar emocionalmente con el público, labor que exige esfuerzo y perseverancia.

En los últimos tiempos se le han asignado estas tareas al community manager, y el error ha sido inmenso. La comunicación social y el posicionamiento digital son actividades harto distintas. Se complementan pues, juntas, mejoran la eficacia del mensaje.

Por una palabra equivocada, muchos personajes han pasado días aciagos. En el peor de los casos, cayeron en desgracia.

Vale más entrar en las redes sociales armado con un buen consultor, como un caballero con espada en la cueva oscura del dragón.

julian.javier.hernandez@gmail.com



JULIÁN J. HERNÁNDEZ ha sido editor y colaborador en periódicos de Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México. Actualmente es asesor en temas de comunicación y copywriting. https://medium.com/@j.j.hernandez

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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