Hace ya muchos años que, después de abandonar una incipiente carrera académica, uno de mis maestros me preguntó si me servía en el análisis político lo que había estudiado acerca del método científico.
Medio en broma, medio en serio le contesté que sí, que la política era una ciencia exacta en la que se podía pronosticar lo que sucedería, siempre y cuando luego de realizar la investigación los resultados obtenidos se interpretaran al revés.
Ante el desconcierto de mi maestro riendo le dije que en realidad lo más probable era que los resultados obtenidos tendrían más que ver con lo que los políticos nos quieren “vender” como la realidad, que con la realidad misma y que generalmente los actores políticos intentan mostrar exactamente lo contrario de lo que existe en esa realidad.
Este recuerdo me vino cuando leí que el presidente López Obrador aseguró que habrá una transición tersa, después de no sé cuantas menciones de un posible “Golpe de Estado” blando y de que se podría soltar los “tigres”, es decir, el México bronco, en caso de que ello ocurriera.
Se trata de una postura “extraña”, por decir lo menos, en alguien que, incluso en la misma conferencia en que habló de la transición tersa, se esmeró en dejar claro que violará las leyes electorales cuantas veces se le antoje aduciendo sus derechos y su libertad de expresión, sin ponerse a considerar que, al ser un funcionario público, el de más alto rango en el país, él solamente puede hacer aquello que la ley le permite expresamente e intervenir en los procesos electorales le está expresamente prohibido al presidente, a petición precisamente de un tal Andrés Manuel López Obrador.
Así es que, volviendo a la forma en que se comporta el presidente, lo más probable es que la transición no vaya a ser tersa, a menos de que logre sus objetivos, es como el niño que comiendo nieve quiere terminarse el bote entero y escenifica un “berrinche preventivo” para que nadie toque aquello que considera “su nieve”.
Andrés ha mostrado, una y otra vez, su desprecio por las instituciones, tanto que salvo la presidencia, no permite que estas actúen y aquellas que osan hacerlo conforme a sus obligaciones, son atacadas duramente por el presidente.
Así pues, quizá sea momento de ponernos a temblar, a esperar lo que pueda suceder después de la elección, porque, como dice Antonio Navalón, cualquiera de las dos candidatas que gane tendrá un problema: “cómo se sentirá el 3 de junio el actual ocupante del Palacio Nacional”.
Porque eso de que el presidente se va a retirar a su finca jubilado de la política, debería hacernos buscar en todas partes al tonto que se lo crea, como lo dijera el propio Andrés a los directivos de alguna radiodifusora, cuando aseguró que le contestaron que no podían con Ciro Gómez Leyva o, quizá recordar la forma mucho más sonora en que le dijo lo mismo el presidente Manuel González a su compadre Porfirio Díaz cuando este le dijo que no buscaría su reelección.