Durante el periodo de campañas encubiertas que hemos vivido los últimos años, todo mundo habla de que debemos ser racionales a la hora de emitir nuestro voto, como si la racionalidad fuese el estado normal del ser humano. O como si el concepto tuviese una definición única, lo que es racional para alguien en una determinada situación, no lo es para otro que vive una situación distinta. Así que eso de la racionalidad tiene sus asegunes.
La realidad es que el cerebro consume demasiada energía y cuando tiene que “pensar la realidad”, “reflexionar acerca de ella”, consume más todavía, una energía que no siempre está disponible porque si se utilizase a cada minuto, no podríamos realizar muchas otras actividades.
Por eso vamos creando rutinas que ejecutamos casi en automático, hasta manejar nuestros autos en medio del tráfico tiene mucho de rutinario, de seguro cuando usted lo hace no se detiene a pensar cuándo pisar el freno o el acelerador, mucho menos la forma en que lleva el volante en sus manos.
Lo mismo pasa con las funciones vitales que son realizadas automáticamente por el cuerpo gracias a partes del cerebro que están destinadas para ello.
Así que eso de que el hombre es un ser racional quizá debería ser expresado en el sentido que somos seres capaces de ser racionales, así más o menos.
Pero además, y principalmente, somos seres gregarios que dividimos el mundo casi en automático en ellos y nosotros, quizá en el futbol se ve con mayor claridad este tipo de conducta cuando se enfrentan en la cancha dos equipos con una rivalidad desarrollada, digamos uno de los partidos llamados “clásicos”, que en la tribuna despiertan pasiones que no tienen mucho de “racionales”.
Así que las participaciones en el ámbito político obedecen también a ese gregarismo, por lo que la realidad real, por así decirlo, poco o nada tiene que decir, ya que lo principal es estar con y para el grupo, de ahí por ejemplo, que no sea racional que los contrarios hablen de datos, cifras y digan que los hechos “se explican por sí solos”, existe algo que se llama sesgo de interpretación que impide ver algunas realidades que para otros son evidentes, así que en este punto ¿quién puede ser considerado irracional? ¿Será que los dos bandos?
Pero voy a acotar mi comentario a eso de votar racionalmente. Supongamos que usted es un adulto mayor, cuyos ingresos son tan precarios que gracias a los apoyos que recibe de un determinado gobierno puede subsistir, además ese gobierno le dice que si ganan “los otros” se los van a retirar y si se los retiran usted no va a completar su gasto, ¿qué es lo racional aquí por lo que al voto se refiere?
O por ejemplo, una persona de clase media, que tiene más o menos resuelto su nivel de vida y ha desarrollado otro tipo de intereses, por ejemplo, que sus hijos tengan la posibilidad de elevar ese nivel que ellos tuvieron, que aspiran a que puedan estudiar en el extranjero gracias a una beca, pero el gobierno en turno ha eliminado esa posibilidad. ¿Cuál sería el voto racional de esta persona, votar en favor del gobierno actual o buscar un cambio?
¿Cómo podríamos definir la racionalidad en términos políticos? En principio es difícil que alguien vote en favor de algo que el ser humano “sienta” que le afecta, que lo haga por alguna medida que en el largo plazo le pueda ser útil, aunque él no lo entienda por ahora, el ser humanos generalmente vive en el aquí y el ahora, con los suyos y no con todos los demás, hasta Keynes dijo que en el largo plazo todos vamos a estar muertos, así que Carpe Diem.
La racionalidad del voto depende del color del cristal con que se mire. Quizá los partidos deberían buscar otros términos distintos a la llamada racionalidad que al parecer prevalece en el “círculo rojo” para alcanzar sus objetivos. Sería lo racional, ¿0 no?
Gracias a nuestros lectores, nos volveremos a encontrar el próximo 3 de enero ya en el 2024, si no sucede otra cosa.