Mucha tinta ha corrido, y continúa corriendo, en torno a la impunidad de algunos miembros del partido hegemónico. Casos como los de Adán Augusto, Rubén Rocha Moya, Rocío Nahle y algunas figuras menores, por no hablar de las imputaciones hacia los hijos del expresidente más reciente. La pregunta más frecuente consiste en saber hasta cuándo se les permitirá continuar impunemente en sus puestos o disfrutando de sus prebendas.
Me parece que, desde la perspectiva partidista y de la necesidad de institucionalizar el movimiento que es actualmente Morena, el que tales personajes continúen impunes es una necesidad, trataré de explicar mi afirmación.
Desde el sexenio anterior uno de los pilares del nuevo partido hegemónico consiste en diferenciarse de la anterior clase política, no importa que dentro de la actual militen muchos de aquellos que se forjaron en el antiguo régimen. principalmente en lo que respecta a la honestidad de sus intenciones: No somos iguales es una frase que se repite una y otra vez a lo largo y ancho del país pase lo que pase, Segalmex, huachicol fiscal o lo que sea que esté de por medio.
Si en algún momento se asumiera que no existe tal honestidad, muy probablemente el discurso y la legitimidad de todo el movimiento morenista se vendría abajo y se convertiría en un partido más del régimen que se supone combatían desde la oposición.
Precisamente por ello fue que nunca YSQ aceptó casos tan flagrantes como Segalmex, en el cual la explicación fue simple y sencillamente que los malos, enquistados en la estructura de gobierno, habían engañado a un morenista impoluto que, víctima de su falta de malicia fue envuelto en la corrupción por sus subordinados.
La política seguida fue negar toda evidencia de corrupción con el simple expediente de declarar que las denuncias provenían de los opositores que querían recobrar sus privilegios en un régimen que ahora favorecía a los pobres.
Pero consolidar un movimiento como Morena requiere de un tiempo y de una persistencia de ciertas condiciones, así como la consolidación de otras, por lo menos en el discurso y permear este hacia las bases que lo sustentan, de ahí que en estos momentos tampoco se pueda castigar a los culpables de algún acto de corrupción, puesto que ello iría en contra de la consolidación de Morena.
De hecho, la presidenta conoce muy bien este efecto dado el tiempo que militó en la oposición, desde donde generaron la imagen de que todo en el pasado era corrupto y nada se podía salvar, hoy no quiere pasar por ese camino que podría derivar en una muerte prematura de su movimiento, como lo que le pasó a Peña Nieto que no calculó cómo su “combate” a la corrupción acabaría convirtiéndose en su propia debacle e inclusive ni siquiera se le reconoce ya ese combate, sino que ni siquiera se acepta que lo hubiera intentado.
En pocas palabras, aceptar hoy que existen elementos corruptos en Morena sería tanto como decir que, al final, sí eran iguales a los anteriores, por ello la impunidad es hoy necesaria, por estrategia política, para consolidar el movimiento, aunque en el camino se pueda realizar una limpia utilizando otros métodos, quizá más drásticos, pero no tan escandalosos.
Al menos eso creo, que hoy la impunidad es necesaria aunque no por sí misma, sino como estrategia necesaria para consolidar la hegemonía de Morena, pero que no obsta para que haya algún tipo de ajuste de cuentas, como los que se han presentado en otros momentos.