El ser humano piensa en términos de historias, no de números, los seres humanos, al no comprender en conjunto la realidad, le damos sentido contándonos una historia, pensando en lo que pasa en conjunto, “explicando” los porqués y los cómo de una realidad que nos sobrepasa.
Así ha sido desde tiempos inmemoriales, hay quienes consideran que contar esas historias, esos cuentos, es lo que ha permitido al ser humano el desarrollo tecnológico y social que ha alcanzado.
En política, quien logra imponer su narrativa, su historia, hace que la realidad sea interpretada de la forma que él quiere que se interprete y hace que los números cuenten la historia que él quiere contar.
Quien adopta la narrativa dominante como cierta, difícilmente cambiará de opinión porque se le presenta una gráfica o unos números que la descalifican, lo importante para él no son los números o las gráficas, sino la historia que tiene en su mente.
Por esa razón, considero que debatir acerca de si los números que ofrece López-Gatell cada noche son falsos o ciertos, carece de sentido.
En todo caso, el debate debería centrarse en la historia que nos están contando o en la que nosotros nos contamos.
Discutir los números requeriría de saber a ciencia cierta la forma en que se construyen, no hay que olvidar que toda estadística es una construcción y no algo que se toma simplemente de la realidad como se tomaría una piedra del suelo.
Pero independientemente de que lo supiéramos, quien no compre la narrativa que el gobierno está intentando imponer en torno al Covid-19 y lo exitoso o no de la forma en que se está tratando, siempre señalará las fallas en el modelo estadístico o la forma de recolectar los datos, en tanto que quien esté de acuerdo con esta narrativa, dirá que los números ahí están y que estamos mejor que otros países.
Así pues, el número de muertos o enfermos que haya en el país, en cualquier país, difícilmente corresponderá uno a uno con las estadísticas que se presenten, ningún país tiene certeza de que sus números son los reales, insisto, debido a la forma en que se construye el “dato”.
Lo triste en todo esto es que estas discusiones no nos dejan ver que el mundo que conocimos ya no existe, que el Covid-19 requiere de cambios en nuestra forma de relacionarnos con este nuevo mundo y que el cuento, o los cuentos, que nos contamos, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de cada uno de nosotros.
Los números pueden ser fríos, pero la muerte más.