¿De qué seré experto hoy? ¿De geopolítica? ¿de tráfico aéreo? ¿De peritajes?, o mejor, como dicen por ahí: Zapatero a tus zapatos.
Pocas veces se habla del oficio como tal en este espacio, quizá por el acuerdo implícito que hay entre quien escribe estas u otras líneas y quien tiene la amabilidad de leernos.
Lo que sí hablamos es de que la violencia contra los periodistas está más terrible que nunca y prueba de ello es que en lo que llevamos del año, van 11 periodistas asesinados, las últimas dos mujeres.
Apenas nos recuperábamos del secuestro y asesinato de mi paisano, Luis Enrique Ramírez Ramos, columnista de El Debate y fundador del portal Fuentes Fidedignas, cuando transcurrieron cuatro días, las periodistas Yessenia Mollinedo y Johana García, del portal Veraz, fueron asesinadas a balazos en Cosoleacaque, Veracruz.
Desde el uno de enero de 2022, al día de hoy, en México asesinan a un periodista cada 12 días.
¿A qué se debe esto?, bueno en mayor parte a la impunidad que existe en estos casos, pues el 90 por ciento de ellos se encuentran en esa condición (desde 2010), a que no hay protección por parte del gobierno para garantizar la seguridad y la integridad de los compañeros, a que desde Palacio Nacional tiran la línea para quemar con leña verde a periodistas que no están alineados con el régimen, a que nuestra profesión implica un riesgo que nos puede quitar la vida.
El asunto sería injusto totalmente de mi parte cargarlo a este régimen que lleva ya 36 compañeros asesinados y registra poco más de 2 mil denuncias por diversos delitos como agresiones y amenazas.
“No son crímenes de Estado, nunca vamos a mandar matar a nadie, ya se acabó el tiempo de mátalos en caliente, primero, y segundo, cero impunidad", dijo López.
Tiene razón, no los mata él o el estado, pero si es promotor de ataques verbales.
Pero bueno, ya ven que el presidente dice y dice y dice, pues es lo único que sabe hacer bien: decir.
Pues en los hechos nada se hace. En México es una realidad que son tiempos particularmente funestos para la prensa independiente, pero también lo son para los compañeros periodistas, quienes vivimos en el segundo país más peligroso para ejercer el periodismo, tan sólo detrás de Ucrania.
La organización Reporteros Sin Fronteras nos ubica como “el país sin conflicto armado más peligroso para ser periodista”.
Parece de verdad increíble la falta de sensibilidad de este gobierno con los machotes que tienen preparados para la ocasión que publican en sus redes, solo cambiando los nombres y al otro día del asesinato de las periodistas abre su mañanera con sones jarochos y aquí no pasa nada.
La verdad es que el gremio periodístico vive en un luto constante que no permite asimilar uno, cuando ya te cayó otro.
Margarito Martínez y Lourdes Maldonado, en Tijuana; Roberto Toledo y Armando Linares, en Michoacán; Heber López, en Oaxaca; Jorge Luis Camero, en Sonora; Juan Carlos Muñiz, en Zacatecas; Luis Enrique Ramírez, en Sinaloa; José Luis Gamboa, en Veracruz y, también en ese Estado, Yessenia Mollinedo y Johana García.
A todos ellos lo menos que podemos hacer todavía es que, si en vida no los supimos cuidar, es exigir que sus asesinatos no mueran en el abismo de la impunidad.
El asesinato de periodistas en México es por demás indignante y somos, por desgracia, un referente mundial en el tema.
La fraternidad entre reporteros y comunicadores, nos ha permitido cuidarnos entre nosotros, ser solidarios y apoyarnos, pues antes que ganar la nota, seas periodista independiente o militante, está frente a ti un ser humano que requiere de tu apoyo para ejercer la profesión de la forma más segura posible.
También sabemos que los periodistas no debemos ser la noticia, sólo somos el vínculo, el mensajero entre los hechos y la sociedad, lo demás es entretenimiento.
Cada que matan a un periodista, callan a decenas, a cientos de voces.
No se mata la verdad, matando periodistas.
Tiempo al tiempo.