El nuevo plan fiscal de Donald Trump, firmado el 4 de julio de 2025, no solo reconfigura la política económica interna de EE.UU., sino que marca un viraje estructural en la relación con sus principales socios.
Al reducir el impuesto corporativo del 21% al 15% y proponer un arancel del 25% para productos mexicanos, la estrategia busca revitalizar la manufactura nacional a costa de sus cadenas globales.
El golpe para México sería devastador. En 2024, el 30% de su PIB provino de exportaciones a EE.UU., principalmente del sector manufacturero.
Una tarifa de esta magnitud interrumpiría cadenas de suministro binacionales, desincentivaría inversiones en nearshoring y obligaría a empresas a replantear operaciones. Las consecuencias serían inmediatas: inflación importada, pérdida de empleo en zonas fronterizas y una presión sin precedente sobre el tipo de cambio.
El caso de Monterrey es paradigmático. Como capital industrial del país y motor del nearshoring, la ciudad concentra industrias estratégicas: acero, autopartes, electrodomésticos, logística y tecnología.
Una interrupción del flujo comercial con EE.UU. afectaría directamente a empresas como Ternium, Vitro, Whirlpool o KIA. Además, un freno a la inversión afectaría los desarrollos inmobiliarios, los empleos técnicos y el ecosistema educativo y financiero que se ha alineado con la industria exportadora.
Más que un conflicto comercial, el mensaje es geopolítico: EE.UU. reconfigura su relación con el mundo con una lógica transaccional y unilateral.
La “reciprocidad agresiva” anunciada por Trump rompe con los principios del T-MEC y somete a México a un dilema estratégico: seguir en la órbita de una potencia cada vez más impredecible o redibujar su mapa económico hacia Asia, Sudamérica y Europa.
Trump entiende que el poder se ejerce con consecuencias económicas, y México, históricamente cómodo en su rol periférico, enfrenta una decisión de fondo. Ya no basta con esperar señales de Washington; se requiere una política industrial nacional que construya autonomía estratégica.
REFLEXIÓN FINAL
La pregunta ya no es si México resistirá otro ciclo trumpista, sino si aprenderá de él. Monterrey, al igual que el país, debe prepararse para diversificar mercados, proteger su núcleo industrial y apostar por la soberanía tecnológica. Frente a la tormenta que se avecina, no basta con resistir: es momento de rediseñar el futuro.
¡Hasta la próxima…!