“Lo que es causa de la causa es causa del mal causado”, Tomás de Aquino (Quaestiones disputatae).
Aunque repasando la actualidad muchas serían las cosas que podrían turbar a López Obrador o a sus seguidores, la realidad de los datos de SABA Consultores del pasado martes es que a día de hoy tienen pocos motivos para la preocupación. El Presidente completa serie por encima de su media en aprobación y en calificaciones altas. En este último indicador registra advertencia positiva, al igual que en su calificación media. Ambas circunstancias (aviso favorable y serie que mejora su promedio) se dan vigorosamente en el rubro de mejores políticos. Su partido también evoluciona por encima de su media en intención de voto. De modo que no cabe interpretar la situación más que como un panorama idílico, dados los porcentajes de respaldo que maneja el Presidente, que no se resienten un ápice. Es cierto que tampoco suben, pero muchos quisieran para sí estar estancados en una aprobación de dos tercios de la ciudadanía.
Andrés Manuel es considerado, con gran diferencia, el mejor político, y por detrás de él no hay nadie en activo que le haga siquiera sombra. Aparecen, por ejemplo, Adolfo López Mateos, Lázaro Cárdenas, Colosio, o incluso el mismísimo Benito Juárez. Desde luego que parece haber algo de nostalgia de aquellos tiempos heroicos del nacionalismo energético, o de la bandera liberal (que no neoliberal) del Benemérito de las Américas. O de lo que dicen que, con Colosio, pudo haber sido y no fue, porque hubo quien quiso que no fuera. En todo caso, quizá de tiempos en que ojos no veían y corazón no sentía. Salinas y Peña Nieto siguen siendo de largo los considerados peores políticos, muy por encima de los presidentes panistas, que están incluso por detrás del propio AMLO en esa consideración.
Morena tritura en intención de voto a sus oponentes, a pesar de la condición líquida de sus datos en identificación, lo cual sugiere que importa más la marca “López Obrador” que una militancia ciega. Claro que, los que tiene enfrente, lo único que tienen sólido es su debilidad. En la interna, Ebrard y Sheinbaum siguen tendencias divergentes en preferencias, lo cual presagia un posible desempate en un futuro cercano a favor de Marcelo. Por supuesto que cualquiera de las dos corcholatas apabullaría en la elección presidencial tanto a Colosio hijo como a Beatriz Paredes o Enrique de la Madrid, y a como están las cosas, a quien se pusiera por delante. Los hipocentros de los avisos favorables mencionados se integran principalmente por los de menos estudios, quienes no tienen internet, los de más edad, los que se definen de izquierdas y, como siempre, quienes reciben apoyos sociales. En el lado contrario, principalmente los internautas y los de más estudios.
La presencia de estos últimos propiciando los avances de Ebrard confirma que el canciller se perfila como opción válida y racional dentro de Morena, incluso entre sus oponentes, ya que la realidad es que enfrente no hay alternativas. La pregunta es si llegará a tiempo para al menos atenuar el desmadre regresivo de su predecesor. Es claro que el neoliberalismo no trajo la solución, pero, ¿es realmente la causa única del problema? ¿No conviene detenerse a analizar los sexenios previos, precisamente esos en los que se formó y educó AMLO dentro del PRI? Parece que al Presidente le aqueja nostalgia de aquellos tiempos: su principal política social son las dádivas, camina a contramano en política energética, ataca a los jueces y a la autonomía del INE, y pretende reforzar el ya de por sí desorbitado poder ejecutivo. Si la solución es volver al statu quo previo, conviene revisar nostalgias y recordar cómo y por qué arribó a la política mexicana el llamado neoliberalismo. No todo tiempo pasado fue mejor.