Nota necrológica

Adolfo González

NAVEGANDO A ESTIMA
El PRI, como tal, realmente nunca supo ni competir ni funcionar como oposición. Estaba hecho y concebido para otra cosa.
23/07/2024

“No desgasta el poder, lo que desgasta es no tenerlo”, Giulio Andreotti.

Hay ruido de fondo, y como casi siempre que lo hay, se distorsiona la visión de lo que realmente está ocurriendo. Tampoco sabemos la percepción real de los ciudadanos, porque seguimos sin los datos de SABA Consultores, pero es de suponer que, por la natural influencia, impactó el atentado contra Trump, y ahora también la renuncia de Biden, que parece encaminada a que le suceda en sus aspiraciones Kamala Harris. Para mí, ninguna sorpresa. De lo que sucede en México, y repasando la opinión publicada, sorprende la gran cobertura de lo que está sucediendo al interior del PRI, y la relativamente escasa atención a los progresos del plan C de AMLO. De acuerdo en que, históricamente, la aparente defunción del tricolor merece casi una nota necrológica, pero si consideramos el contexto, ese proceso, nada sorprendente por otra parte, es de una importancia menor en comparación con el paso del Rubicón que pretende, y puede que consiga, Andrés Manuel. La crisis interna del PRI puede ser el colmo del deterioro, pero no nos engañemos: el tricolor, desde las circunstancias que rodearon a la elección del 18, vendió su primogenitura por un plato de lentejas. No sabemos con certeza qué está penetrando más en la mente de la ciudadanía, pero sí que hay una intención por parte de los medios de que se atienda más a la podredumbre del PRI que al proceso de demolición de la separación de poderes protagonizado por la 4T.

El PRI, como tal, realmente nunca supo ni competir ni funcionar como oposición. Estaba hecho y concebido para otra cosa. Quienes crecieron en él, o sea, la inmensa mayoría de los funcionarios y líderes de mayor o menor relevancia nacidos entre 1950 y 1980, carecen de otra noción de hacer política que no sea la basada en una estructura dominante y hegemónica, sin oposición efectiva, y cimentada en una gigantesca red clientelar alimentada por los programas sociales. La famosa estructura priísta era, a grandes rasgos, nada más y nada menos que eso. Por eso López Obrador, alumno aventajado del PRI de los 70, ha encaminado todos sus pasos a replicar un armazón similar, y a fe que va camino de ello. Ha culminado la reconquista del pilar más importante de la gran organización priísta, el poder territorial, y ha logrado con éxito el retorno de la sacralización de la figura presidencial, a la cual se le había perdido el respeto en los sexenios panistas y, sobre todo, en el de EPN. Esto último es notorio en la adoración ciega que sus seguidores le profesan. A Claudia Sheinbaum no le disgusta, y ya ha anunciado que continuará la liturgia desde el púlpito diario de las mañaneras. Una vez controlado el territorio y reforzado el ejecutivo, el camino natural según la concepción política de Andrés Manuel, que es la de un priísta de hueso colorado, es embridar al legislativo y al judicial. Para ello es imprescindible una oposición colaboracionista o con líderes bufos e inoperantes. O ambas cosas.
 
Enrique Krauze, recientemente, ha diagnosticado que Alito gobernará un partido fantasma. De acuerdo con él en que este no es el México del 94. No tan de acuerdo en que México es un país democratizado: los usos y costumbres del viejo régimen persisten, consciente o inconscientemente. Y Andrés Manuel, educado en ellos, los quiere perpetuar, porque encamina a la Nación a un nuevo contexto de partido hegemónico. Desechado y en vías de defunción el PRI como tal, ¿dónde quedaron las estructuras? ¿Dónde, la legión de funcionarios y la vía exclusiva de hacer política que constituyó el tricolor? No le den muchas vueltas: ha vuelto a surgir, como de la cabeza de la hidra, una nueva configuración del sistema, donde todos, o la mayoría, han corrido a integrarse. Alito, anacrónico caudillo de la nada, sólo quiere que se cumpla el trato, esto es, que le dejen una parcelita donde envejecer sin que se note, un bótox político que genere la ilusión de una juventud perdida irremisiblemente. Él ni tiene, ni ha tenido jamás la talla suficiente para enfrentar a la nueva confederación de caciques que es Morena. Al moderno partido institucional le interesan personajes así, una ficción de oposición que no moleste su consolidación. Todo para seguir sirviendo a la élite de siempre, para que la circulación de liderazgos siga su camino tradicional. Quién iba a decir que la defunción, más bien la momificación del PRI, iba a ser una muy mala noticia para la democracia mexicana. Son las cosas que suceden con AMLO, el rey de la paradoja. Así que esta nota necrológica no es para el Revolucionario Institucional, reencarnado ahora en Morena, y cuya cáscara muerta gobernará Alito por diez, o cien años si le llega. Es para la democracia en México, que va camino de morir antes de nacer si nadie lo evita. Y, a lo que se ve, hay pocas esperanzas de que así sea.

adolcafe@yahoo.es



ADOLFO GONZÁLEZ reside en España, y es analista político especializado en la interpretación de la metodología de Saba Consultores de medición de la opinión pública. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

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