“Me tienes constantemente sometida. Recuérdame en todo momento que soy tu esclava, que te amo ciegamente y que no razono", Boris Pasternak (Doctor Zhivago, 1957)
Sigamos comentando los datos que, venturosamente, nos ofrece SABA Consultores sobre la realidad política mexicana. En este caso acerca de en qué medida se cumplieron entre la ciudadanía las expectativas sobre el sexenio de AMLO, cómo sienten que es la vida en México tras el transcurso del mismo, y algunas cosas más en cuanto a las expectativas depositadas por los mexicanos en el gobierno de Claudia Sheinbaum. Vayamos primero con Andrés Manuel, y digamos, sin sorpresa, que casi el 90 por ciento de quienes lo aprueban lo hicieron siempre, y que un 74,2 de quienes no lo hacen también lo desaprueban desde antes de la elección. El detalle está en los cambios de opinión. Se puede decir que esa décima parte que se desengañó de López Obrador es un porcentaje mínimo, pero no lo es tanto si consideramos que, como hemos sabido a lo largo de estos seis años gracias a los monitoreos de SABA, los estratos que conforman su aprobación han cambiado.
A ese respecto, y de forma muy resumida, lo que podemos decir es que los de menos ingresos y menos estudios, antes de la elección de orientación en general neutra, componen ahora la mayor parte de la numerosa fuerza de Andrés Manuel. Por el contrario, sectores de la intelectualidad (salvo algún rezagado) o con estudios de grado, maestría o doctorado, que en su momento dieron un respaldo decisivo a la victoria de Morena, han pasado a desaprobar al presidente saliente, lo cual explica ese algo más del 15 % que no siempre lo desaprobó. Dicho de otro modo, la fuerza de la 4T ha pasado de tener cierta esencia muy influyente, a gozar de un amplio núcleo favorecido por los programas sociales. Voto cautivo. El proceso ha sido más o menos el siguiente: después de utilizar a la intelectualidad para instalarse en el Palacio Nacional, AMLO le propició una sonora patada en el trasero, canceló los fideicomisos culturales y empleó todo su esfuerzo en tarjetas del bienestar. Tengan unos pececitos mensuales, pero no aspiren a su propia caña de pescar. Primero los pobres, llaman a esto. Claro que la aritmética, en el juego electoral, es decisiva, por eso traía más cuenta pasar, por un lado, de lo cualitativo a lo cuantitativo, y por otro, del aspiracionismo al conformismo.
Más cosas. Dos tercios de los ciudadanos piensan que vivir en México es mejor que hace seis años. Cosa que no pueden decir los cerca de 200 mil asesinados durante el mandato de AMLO, cifra que reconoce el propio gobierno. Más de 30 mil anuales, unos 80 diarios. El sexenio más sangriento, más que con EPN, bastante más que con Calderón, también en términos cuantitativos. Pero estas otras aritméticas no son las que interesan. Cuenta ahora la 4T con una nueva estructura a niveles municipales, a la que se han sumado figuras deportivas o empresarios locales, porque saben que, como en los viejos tiempos, la política sólo se puede hacer dentro del partido oficial y hegemónico. ¿Qué habría pasado en 2018 si López Obrador no hubiera disfrutado de esos apoyos de la intelectualidad y los medios? Hay quien piensa que las cosas se habrían dado de otra manera, pero los condicionales contrafácticos son siempre verdaderos porque la premisa es falsa. Ahora toca, como en la canción de Consuelito Velázquez, arrepentirse después de lo que pudo haber sido y no fue.
Sobre lo que se espera del sexenio de Claudia, analizamos hoy tres vectores en los que el acuerdo es generalizado. Una muy amplia mayoría espera que mejoren la educación y la salud públicas, y la seguridad, en este último caso con un poco menos de entusiasmo. Es claro que todo relevo presidencial implica tiempos, en principio, de esperanza, y dichas tres cuestiones son de importancia capital, ¿quién no ha de desear una mejoría? En especial, como hemos visto, en cuanto a la espantosa situación de inseguridad. Claudia Sheinbaum, de momento, no goza de más aprobación que la que tiene prestada, que es la de su mentor y promotor, López Obrador. Si analizamos cómo han ido salud, educación y seguridad en el sexenio que acaba, y consideramos que ha empezado mostrando una extrema apología a su predecesor, nada debería hacer pensar en un cambio de rumbo, lo cual haría vanas tales esperanzas.
Porque Claudia, en su toma de protesta, lo que hizo fue marcar una clara línea continuista, poniendo en valor los supuestos logros de López Obrador, además de glosar la figura del saliente en términos dignos de una hagiografía. La traducción a la realidad es que pretende, o al menos eso dice, seguir en el mismo rumbo conflictivo de su antecesor. Prueba de ello es su insistencia en aturdir a sus administrados con retóricas y agitaciones nacionalistas de lo más rancio, que por otro lado no son nada nuevas. Ya usó y abusó de ellas el PRI, padre del PRD, abuelo de Morena, porque el régimen priísta, si bien fue una excepción dentro del populismo latinoamericano, desde luego siguió siendo populista. Las gentes asumen y abrazan este tipo de discursos porque les sacan de las mentes sus duras realidades diarias. Al fin y al cabo, el mito es un medio para salir de la angustiosa libertad de la incertidumbre. Sheinbaum demostró su partidismo en su viva a la 4T, lo cual ya nos habla de la consolidación de un nuevo régimen, para quien aún no lo haya notado.
Yo, en mis humildes y locas esperanzas, lo que espero es que Claudia Sheinbaum acabe con esta relación incestuosa con AMLO y “mate al padre”. “Matar al padre” es una figura metafórica, bien conocida en el psicoanálisis, utilizada por Freud para expresar el momento de madurez necesaria que deje a los padres apartados. El padre político de Claudia es, evidentemente, Andrés Manuel, y su muerte (política y metafórica) será bastante difícil de ejecutar por la nueva mandataria, más que nada porque todas las señales apuntan a que no tiene la menor intención de hacerlo. Se supone que lo realmente importante de ese acto psicológico que “mata al padre” consiste en verle como realmente es, con sus defectos y virtudes, proceso en el que es necesario asumir ciertas verdades. La aprobación prestada de Claudia dificulta en extremo eso, es como un adolescente que pretende independizarse pero no tiene más capital (en este caso, capital político) que el de su papá. Dicho esto, ojalá y le vaya muy bien, porque eso querrá decir que le irá muy bien a México. En cuanto a los datos de SABA, seguiremos analizando en las próximas semanas, y podremos ir relacionándolos entre sí, porque los datos son como las cerezas, que al irlas comiendo se entrelazan entre sí, de dos en dos, de tres en tres, unas dulces, otras más ácidas, todas sabrosas. Iremos viendo.