“Si eliges el mal menor entre dos males, al final del día, todavía tienes un mal”, Ralph Nader.
Con los datos de SABA Consultores correspondientes al pasado día 30, lo que salta claramente a la vista es una recuperación vigorosa de las preferencias por Morena. De rebote, se refuerza la aprobación de AMLO, no de manera espectacular, pero sí relevante. El factor común de ambas variaciones es la presencia de estratos que, si bien han estado habitualmente presentes en los avisos favorables para el Presidente, hoy lo hacen al unísono, dejando clara una reacción de respaldo activo: quienes tienen menos ingresos, los de más de 68 años, los de pocos o ningunos estudios, y quienes no son usuarios de internet. Hasta aquí nada sorprendente ni que merezca especial comentario, salvo acaso que no resulta difícil identificar en este grupo tan heterogéneo a la fuerza electoral de la que antaño disfrutó el PRI.
Hablando del tricolor, hay que señalar también que se interrumpe su moderado progreso de las últimas semanas en cuanto a identificación partidista, y además presenta una advertencia negativa en intención de voto. Cabe deducir que la renovación del entusiasmo hacia Morena en los estratos antes señalados parece haber frenado ese incipiente intento de resultar competitivos ante la apisonadora AMLO. Vuelve a ser un movimiento relativamente normal, pues la actitud dubitativa del priísmo, y de la oposición en general, difícilmente va a cambiar radicalmente la orientación de dichos grupos, máxime si tenemos en cuenta otra circunstancia en absoluto baladí: que quienes perciben apoyos del gobierno aumentaron en número, y su porcentaje registra aviso positivo, al igual que la pasada semana.
Consecuencia de todo lo anterior es que parece frenarse ese proceso de divorcio que se estaba observando entre los seguidores de AMLO como figura política y los de su partido. Con todo, lo verdaderamente llamativo es la presencia favoreciendo este contexto de un sector, la clase media, que se ha caracterizado en los últimos meses por una actitud pasiva, si no hostil, hacia la 4T. Y es conveniente analizar en qué sentido lo favorece, pues fundamentalmente participa en los progresos de Morena, pero no en la aprobación de AMLO. Y hay algo más: Marcelo Ebrard recibe una muy vigorosa alerta positiva en las preferencias para ocupar la presidencia, donde también figuran propiciándolo los de ingresos medios. Por el contrario, los sufridos aspiracionistas favorecen una advertencia, esta vez negativa, para Andrés Manuel, que se produce en el apartado de quienes quieren que continúe.
Las conclusiones, a mi entender, deben ser las siguientes: este impulso es la elección de un mal menor a la hora de la sucesión, y se enfoca en Marcelo Ebrard. Dicho de otro modo, se extiende, si nadie en la oposición lo evita, y no veo signos de que eso ocurra, la idea de que después de AMLO vendrá alguien de Morena. Y como esto es un sí o un sí, de entre quienes aspiran al trono, Ebrard es ese mal menor que se elige entre dos males, aun a riesgo, como dice Ralph Nader, de encontrarnos igualmente con un mal. Monreal, el outsider, se postuló hace pocos días con claridad en medios periodísticos internacionales, interpelando directamente a AMLO sobre lo democrático o no que será el proceso. Claudia Sheinbaum hizo lo propio en actos públicos apelando a su condición de fémina. Marcelo calla, y Adán Augusto no sabemos si otorga. Pero sí sabemos que Andrés Manuel adelantó los tiempos de la carrera, y que Ebrard es el mejor colocado entre el público, incluso entre quienes el Presidente no es santo de su devoción. Se abren las apuestas para elegir entre lo malo y lo peor, el viejo dilema de la manta corta. ¿Dónde prefieren tener frío, en los pies o en la cabeza?
Ante lo idea de que es casi inevitable de que después de AMLO vendrá alguien de Morena, los ciudadanos parecen apostar por un mal menor, no necesariamente por la puesta del presidente.
04/11/2021
